Mauricio Maronna
Son dos mujeres convencidas de que lo que narran levantará miradas ambiguas, polémicas y posicionamientos intolerantes de alguna parte de la sociedad. Pero dicen estar preparadas: "Haber sobrevivido a la muerte nos carga el estigma de sospechosas. Si antes se decía: "Si se los llevaron por algo será", ahora hay quienes piensan: "Si están vivas por algo será". Liliana Gardella y Munú Actis sobrevivieron a la Esma tras haber sido secuestradas-desaparecidas y puestas a trabajar para el proyecto político que lucubró Emilio Massera. Junto a otras tres mujeres se animaron a hacer catarsis y a grabar largas conversaciones, que luego tomaron forma de libro ("Ese infierno", de Editorial Planeta). Pero, por sobre todo, lograron sacar a la luz el día a día tenebroso de un campo clandestino de detención. -El prejuicio de "si sobrevivieron por algo será" existe más en quienes han tenido un pasado militante en los 70. Gardella: Es verdad. El prejuicio existe en quienes tuvieron militancia, en la gente de nuestra generación y en las personas más grandes. Ya no existe ese preconcepto en la gente más joven. Lo que pasa adentro de un campo clandestino es imposible de contar desde afuera. Desde afuera se percibe que a la gente se la traga la tierra. Actis: Para los demás, nosotros éramos desaparecidos, pero estábamos vivos. Y muchos siguen siendo desaparecidos. Nosotras volvimos a ser aparecidas después de haber estado en un lugar en el que por adelante pasaba avenida del Libertador. -¿Cómo se compatibilizaba la brutalidad de un represor con el intento de "seducción" hacia un grupo de detenidos tratando de coptarlo para su causa? Gardella: Es uno de los aspectos más duros de la experiencia del secuestro. Más allá de lo que uno conoce de las torturas, o del juego del bueno y del malo, la experiencia nuestra fue terrible en el sentido de que fueron muchos meses de convivencia permanente con estos personajes, que, con total naturalidad, pasaban de torturar y secuestrar a venir a hablar con nosotros de cualquier cosa. Y el esfuerzo nuestro en hacerlo... ¡porque no podíamos dejar de hacerlo! La simulación fue una de las cosas más duras. Actis: Teníamos que poner cara de nada todo el tiempo. Tratábamos de que ellos pensaran que estábamos recuperados, como se decía, y al mismo tiempo seguía cayendo gente. Y no era que esa gente que caía era trasladada a otro lugar de la Esma, no. La traían arrastrándola adelante nuestro, y la torturaban en un cuartito, con una radio a todo volumen, todo el tiempo. Y había que seguir haciendo el trabajo que se nos había dado: al que le tocaba falsificar cédulas, falsificaba, y al que le tocaba escribir, escribía. Todo con una cosa espantosa en la cabeza y en el estómago. Cuando entraban a torturar algunos parecían sufrir una transformación. Se convertían en bestias que entraban a los gritos pateando puertas e insultando. Y otros represores entraban como si fueran a tomar un café. -¿Qué hacían esos personajes cuando salían de la sala de torturas? Actis: Terminaban de hacer eso y te llevaban a cenar a un restaurante. Te sacaban de la Esma, te sentaban enfrente, como en una situación de pares, te hacían comer la misma comida, te tenía que parecer divertidísimo lo que decían, te volvían a subir al auto, te volvían a meter en un sótano y te seguían torturando. -¿Esos represores formaban parte de la primera línea de la Esma? Gardella: No necesariamente. A mí me sacaban con un suboficial para ver a mi familia, pero en algunos casos no era así. Actis: Te llevaba a cenar el tipo que te había torturado. A mí me llevaba a mi casa la misma persona que me había torturado. Para que se entienda: todas estuvimos en el mismo lugar, algunas coincidiendo en el tiempo, viendo la misma situación el mismo día, a la misma hora..., y sin embargo tenemos registros diferentes. Se trataba de sobrevivir un día más, nadie te garantizaba la libertad. Además, si me lo hubieran dicho no les iba a creer, si todo el tiempo mataban a compañeros que estaban al lado nuestro. -Se preguntarán por qué les tocó sobrevivir... Gardella: Es la pregunta que te persigue el resto de tu vida. La culpa de estar vivo en medio de tantos muertos. El libro está atravesado por esas preguntas. Estamos vivas porque a Massera se le ocurrió que un grupo de gente que tenía en la Esma podía trabajar en su proyecto político. Eso hace que en la Esma hayan quedado sobrevivientes, cosa que en otros campos no sucedió. Llegás a la conclusión de que no hubo un porqué y sí mucho de casualidad. Actis: Uno puede pensar que se salvaron los que escribieron el gran proyecto de Massera, los intelectuales de alto vuelo, pero no fue así. A mí me tocó falsificar documentos, tuve que hacer los dibujos, cédulas y pasaportes. Gardella: Yo era una especie de secretaria general, digamos. Escribía a máquina, sacaba fotocopias... -¿Les tocó tener que salir a identificar compañeros de militancia? Gardella: Fue terrible. Trataba de mirar para otro lado todo el tiempo y que los militares no se diesen cuenta. -¿Cómo fue el famoso discurso de Massera? Actis: Cuando pasó a retiro nos reunió en un salón, que era un lugar reservado para fiestas, y nos dio un discurso donde decía cosas rarísimas, como que habíamos estado en trincheras opuestas, pero que esperaba que en la próxima guerra estuviésemos todos del mismo lado. -¿Se han vuelto a cruzar en la calle con sus captores? Gardella: Sí. Uno se me sentó al lado, en el subte, como si nada hubiera pasado. Me hablaba como si hubiese sido un compañero del jardín de infantes.
| |