Como se sabe, antes es un adverbio de tiempo que se ha usado en todo tiempo y lugar, por lo general para poner las cosas en su lugar, al menos en lo que respecta al tiempo. "Más vale llegar a tiempo que ser invitado", es un refrán que expresa las virtudes o el don de la oportunidad, un don por cierto muy apreciado, ya que el mundo está lleno de inoportunos y de gente que pierde oportunidades, por empezar uno mismo y por seguir también los otros. También están los que, ni llegan a tiempo, ni son invitados, son los que conforman la masa de los que esperan y no sólo desesperan, sino que descubren tarde que el tiempo ya pasó, por aquello de los crónicos desajustes entre el reloj cronológico (R.C.) y el reloj psíquico (R.P.).
Las coordenadas de espacio y tiempo en sus infinitos cruces marcan las llegadas a este mundo, esperadas o no, y también las salidas que señalan el fin del recorrido, es decir el fin, por lo general no esperado. Hay quienes son muy tranquilos y hay quienes siempre están muy apurados, los primeros muchas veces viven dentro de un termo, en cambio los segundos viven afuera de todo. Es curioso como se ha consolidado en nuestro país el uso de la palabra "apurado" en el sentido de no tener tiempo, quedando relegado su significado más español, esto es, estar apurado quiere decir estar en "apuros", es decir estar en "problemas".
Lo que ocurre es que con el tiempo la verdad nos ha alcanzado a casi todos y los argentinos vivimos apurados, aún cuando estemos sentados, ya que todos o casi todos estamos en problemas y sin soluciones a la vista. Cuando las soluciones no se ven ni en lo inmediato, ni en lo mediato hemos de recurrir a la imaginación, que siempre ve más lejos que la razón, por lo demás el país ha sido manejado y proyectado en los últimos 50 años con las razones de los economistas que, en todos los casos, en lo único que han coincidido y acertado, es en el fracaso.
Diagnóstico
Por lo general el diagnóstico transcurre en un espacio y en un tiempo muy particular: después del comienzo de la enfermedad y antes de su tratamiento. En ese espacio y en ese tiempo hay que leer correctamente lo que ocurre para poder escribir, esto es prescribir adecuadamente las indicaciones para la curación, cuando ésta es posible, y lo es en la mayoría de los casos.
Precisamente para dejar de ser un caso y recuperar la autonomía, ya que cuando la enfermedad se cronifica merma nuestra capacidad de decisión y son otros los que, para bien o para mal, deciden por nosotros.
La vida de cada cual transcurre en una sucesión de "antes y después" que se van hilvanando más o menos armoniosamente, o bien, más que hilvanes son remiendos para cerrar los agujeros que dejó la batalla. Aunque en la visión más general de la existencia estos términos se invierten: todo sucede después de nacer y antes de morir. Simplificando las cosas hay dos grandes clases de "antes y después":
a) objetivos.
b) subjetivos.
El ejemplo más reciente y más espectacular del primer grupo lo constituye el impacto y la caída de las Gemelas, que de un modo u otro concierne a toda la humanidad. Los ejemplos del segundo grupo son infinitos ya que se refieren a los cambios que pueden producir un amor, una hepatitis clase B, una amistad, un accidente, un quini que siempre lo gana el otro o cualquier otra cosa más o menos insignificante para todos pero que nuestra subjetividad vuelve trascendente.
Pero ya sean los sucesos de cada uno o los sucesos de todos, ambos pasan por la trama subjetiva de cada cual que es quien tramita toda nuestra vida en ese cruce tan especial entre interior y exterior en donde trabaja la psiquis.
Antes y después no sólo constituyen un límite o una frontera en la vida de todos, también representan una opción:
1) Los que se quedan en el Antes y borran el Después.
2) Los que se van al Después y borran el Antes.
Los primeros, luego de algún acontecimiento de su vida huyen hacia el pasado y se instalan en el confort de lo conocido y, por caso, los últimos actores de cine que recuerdan son Charlton Heston y Marylin Monroe. Los segundos huyen hacia el futuro y viven como si no tuvieran pasado en la ilusión, tal vez, de que si no tienen historia tampoco tendrán muerte.
Ambas opciones muestran que lo más difícil es vivir el presente, razón por lo cual mucha gente se impone como consigna vivir "el hoy". Tal vez conviene no confundir lo cotidiano con el presente, pues el despertar de todos los días muchas veces suele ser una excusa para seguir soñando con el pasado.