Año CXXXVI
 Nº 49.286
Rosario,
miércoles  31 de
octubre de 2001
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El ritual de un mundo con tres paredes
Los premios ACE distinguieron lo mejor de la temporada teatral porteña del último año
"Una bestia en la luna", con Manuel Callau, fue la gran ganadora y Alejandra Boero se llevó el Oro

Rodolfo Montes

La décima edición de los premios al teatro de la Asociación de Cronistas del Espectáculo (ACE), celebrada el lunes pasado por la noche en Buenos Aires, tuvo como gran ganadora a la obra "Una bestia en la luna", que se llevó cinco galardones, y otorgó el ACE de Oro a la actriz y directora Alejandra Boero, y el de Platino a la actriz Delia Garcés. La ceremonia se caracterizó por el permanente reclamo de la gente del teatro, desde los espectáculos off hasta lo más institucionalizados, en contra de las políticas oficiales de cultura que recortan fondos a las actividades teatrales.
En la ceremonia realizada en el teatro El Nacional, la pieza "Una bestia en la luna" se alzó con los premios a mejor drama, actor protagónico de drama, dirección, actor y actriz revelación. La obra está protagonizada por Manuel Callau, Malena Solda y el pequeño Martin Slipak, y el director es Manuel Iedvabni, todos ellos ganadores de su correspondiente ACE.
El ACE de Oro fue para Alejandra Boero, una actriz y directora con una larga carrera que, entre otros momentos, se destacó en el teatro La Máscara y en Nuevo Teatro. Por ambos lugares pasaron los actores, directores, autores y escenógrafos más prestigiosos del país. Era el segundo premio de la noche para Boero, y subió como pudo al escenario, superando la agitación que la tuvo a mal traer durante toda la fiesta. Visiblemente emocionada, dijo: "Me siento honrada, feliz, en estos premios nos reunimos los que nos estamos yendo y los más jóvenes, que están llegando". En ese conmovedor ensayo de despedida, la actriz y directora de 82 años pidió que la recuerden: "Siempre tuve fe, amé al teatro y resistí", dijo.
Una hora antes, Alejandra Boero había recibido su premiación en la grilla de actriz protagónica en comedia y/o comedia dramática, con "El cerco de Leningrado". Competía nada menos que con Norma Aleandro, "El juego del bebé"; Betiana Blum, "Monólogos de la vagina", y Alicia Bruzzo, "Monólogos de la vagina". "¿Cómo es posible que sigamos peleando y haciendo teatro?", se preguntó la ganadora, para añadir: "Quiero homenajear incluso a los empresarios que hacen posible que Buenos Aires sea una de las ciudades con mayor producción de teatro en el mundo".
Se entregaron 35 premios que surgieron de otras tantas ternas, además del Oro y el Platino. Este último constituyó una de las novedades de la entrega. La actriz Delia Garcés, con una gran trayectoria en el cine argentino, fue elegida para recibir el nuevo premio. La intérprete quiso compartir el galardón con "los actores que hacen alguno muy pequeños, pero sin embargo son portadores de la palabra del autor, y eso es maravilloso, porque los hace muy grandes". A la par se puso a presentar a los familiares que la acompañaron en el escenario para recibir el galardón. El gesto de la actriz fue uno de los más festejados por la platea. Otro que tuvo eco favorable fue el pequeño Martin Slipak, premiado como actor revelación por su rol en "Una bestia en la luna". Con una enorme simpatía, el joven no se olvidó de nadie a la hora de los agradecimientos y reveló que se había formado con Hugo Midón, uno de los grandes directores de obras para niños.
En las casi tres horas que llevó la ceremonia, siempre en un clima intimista y emotivo, y lejos del glamour que exhalan las fiestas de premiaciones de programas televisivos, también hubo lugar para reconocimientos varios. El más destacado fue para Teatro por la Identidad, un proyecto al que están abocados Daniel Fanego y Valentina Bassi, quienes se mostraron juntos todo el tiempo, y las Abuelas de Plaza de Mayo de Estela de Carloto.
Las placas de reconocimiento por la labor fueron también para quienes abrieron o remodelaron teatros, como Carlos Rottemberg por Multiteatro; al Teatro el Nudo; El Ombligo de la Luna; Teatro Roma de Avellaneda, recibió la placa el intendente Oscar Laborde; Patio de Actores y Teatro Cervantes, por sus ochenta años de existencia.
La noche incluyó una sección de homenaje a grandes actores ya fallecidos. Se proyectaron una a una las imágenes de Darío Vítori, Arturo Maly, Libertad Lamarque, entre otros, con el sólo agregado de su nombre al pie. Fue suficiente para que la concurrencia se ponga de pie y acompañe la proyección con un largo aplauso hasta el final. Una buena idea, bien lograda, a pesar de la compaginación algo caótica de las figuras, que se mostraron sin ningún orden temporal ni de género.
Una de las figuras del la noche, Manuel Callau, ganador del ACE como mejor actor protagónico en drama, por "Una bestia en la Luna", agradeció el premio y dijo: "Espero que nuestros actos estén a la altura de tanta generosidad", y agregó: "En el 99 Buenos Aires estrenó 500 obras de teatro, es evidente que los actores somos capaces de generar un proyecto cultural mucho mejor que ningún gestor cultural", en alusión a los funcionarios de cultura, nacional y de la ciudad de Buenos Aires.
Otro ganador de los premios ACE fue Jorge Marrale, con "El juego del bebé", una obra de Edward Albee, el mismo que se hizo famoso con "¿Quién le teme a Virginia Woolf?". Con el galardón en la mano, Marrale hizo referencia a la crítica situación por la que está pasando el teatro Cervantes, seriamente amenazado por problemas presupuestarios. "Debuté en el Cervantes- dijo Marrale- y ya tenía problemas presupuestarios. La resistencia es el gran desafío de los actores".
Las voces críticas, en reclamo de mayor apoyo a la actividad teatral, sobrevolaron toda la noche en El Nacional, teatro que generosamente prestó Alejandro Romay para la realización de la premiación, que fue transmitida en directo por el Canal (a) de televisión por cable. Manuel Iedvabni, ganador del ACE al mejor director de drama se preguntó, ¿si nuestra aptitud para hacer teatro está probada, por qué tanta ineptitud de los que gobiernan?
Sin embargo, la crítica no impidió los festejos. Ya en plena madrugada, Norma Aleandro con un ramo gigante de flores, junto a su marido y a Alfredo Alcón, se subió a un taxi para recorrer unas pocas cuadras hasta un conocido restaurante de la calle Libertad casi Corrientes. El ritual de la cena, después de la función, cuando ya todos duermen es parte de la leyenda de la calle Corrientes y de su movimiento teatral. Nuevas generaciones se empeñan en tomar la posta y hacerla viva.



Los actores aportaron calor y talento a la ceremonia.
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