Con bandas de música en la estación, aplausos y ramos de flores fueron recibidos en Alemania los primeros trabajadores procedentes de Turquía. En algunas ciudades, el patrón alemán puso a disposición el auto de lujo para ir a recoger a los nuevos colegas, que con tanta urgencia se precisaban.
Hace 40 años, el 30 de octubre de 1961, la República Federal de Alemania y Turquía firmaron el denominado Convenio de Contratación. Hoy en día viven en Alemania más de dos millones de turcos, el contingente extranjero más numeroso del país. Entretanto, casi medio millón de emigrantes de Turquía adquirieron ya la nacionalidad alemana.
El Tratado de Contratación se basó en motivos de política laboral: A principios de los años sesenta llegaron a Alemania millares de trabajadores extranjeros, contribuyendo en gran parte al "milagro económico". En una primera ola, unos 2.500 turcos acudieron a Alemania para trabajar. En 1964 se registró el trabajador extranjero número un millón.
Muchos se asentaron en los centros industriales de Renania y Baden y otros en Berlín, donde actualmente unos 175.000 turcos forman la mayor comunidad turca fuera de su país. Se les denominó primeramente "gastarbeiter" -trabajadores huéspedes- para resaltar así que esos obreros extranjeros se hallaban sólo transitoriamente en el país.
Esos trabajadores fueron como "cerdas que dan además leche y ponen huevos", como dijo en una ocasión el diputado "verde" Cem Ozdemir, de origen turco. A menudo ocupaban puestos de trabajo desdeñados por los alemanes, no ocasionaban gasto alguno de formación ni precisaban lugares en los jardines de infancia. La integración no era tema de actualidad. Tampoco por parte de los "trabajadores huéspedes" quienes, pensando en una corta estancia, seguían fieles a su sistema de valores.
Por uno o dos años
"Hemos venido por uno o dos años para ganar dinero", recuerda el turco berlinés Riza Pala. Ha hecho de su biografía parte de una exposición, que cuenta la historia de la no planeada emigración de trabajadores turcos y sus familias, tomando como ejemplo el barrio berlinés de Kreuzberg. Las primeras fotografías de la llegada de Pala lo muestra sentado en una cama de hierro en un albergue para hombres. "Perplejo y extraño" se sintió Pala en aquel entonces.
"Llamamos a mano de obra y llegaron seres humanos", anotó el escritor suizo Max Frisch a finales de los años 60 cuando con la recesión se alzaron las primeras voces resentidas contra los trabajadores extranjeros. En 1973, llegó la prohibición de contratación. Al mismo tiempo, los obreros se trajeron a sus familias de la patria y la estancia de los huéspedes se hizo cada vez más larga.
Muchos alemanes mostraron desinterés y numerosos turcos se replegaron en los guetos por ellos mismos creados. Ello explica también que incluso en la tercera y cuarta generación se luche aún con barreras de idiomas. Los niños, hasta que van a la escuela, aprenden sólo turco, lo cual es una gran desventaja al comienzo de su vida escolar.
Para Marieluise Beck, comisionada Federal para Extranjeros, la lengua es la más importante puerta para la integración. Se queja de que haya tan poco dinero en las arcas federales para cursos de alemán, actualmente unos unos 146 millones de dólares.
Sus planes son que en la futura ley de inmigración se fijen mayores sumas para la integración idiomática: quien se quede por tiempo indefinido, habría de recibir 600 clases de alemán. De lo contrario, los problemas sociales son inevitables.
Mientras que en Berlín, por ejemplo, el 33 por ciento de los alemanes hacen el bachillerato, sólo el ocho por ciento de los escolares turcos alcanza el grado de bachiller. (DPA)