| | cartas Grandes miedos, chicos grandes
| Había una vez un grupo de treinta niños pequeños. Estaban en jardín de cuatro. Les encantaba realizar educación física. Disfrutaban de cada momento junto al profe, de cada juego al aire libre, de cada campamento... Pero fueron creciendo y de pronto se encontraron con un profe que gritaba (no era tan bueno como el de antes). Más tarde tuvieron un maestro que dormía mientras ellos permanecían "bien quietitos"... De mal en peor fueron transcurriendo los años, hasta que el último que tuvieron, les pegaba... Ya no querían tener gimnasia. Ocurrió que un buen día entraron a la escuela y notaron un gran movimiento. Se aproximaron al salón y sorprendidos observaron un enorme cartel que decía: "Gran votación: votá tu nuevo profe de educación física". Muchos eran los candidatos. Estaba el docente gritón, que ahora, entre otras cosas, prometía silencio; estaba el que dormía, que juraba no dormir más, y también el que pegaba, que ya había comenzado, según él, a luchar por la paz. Había otros que prometían hacer juegos, paseos, campamentos... en fin, había bastantes. Mil comentarios se escuchaban entre los niños: "¡Qué bueno sería que la hora de gimnasia vuelva a ser divertida" "Pero... ¡vos sos un inocente!" "Yo me voy, no me interesa". "Estoy contento así" "¿Por qué no puede haber un profe bueno como el de jardín de cuatro?" "¡Estos son todos iguales!". Finalmente se votó. Cuatro niños estuvieron ausentes; justo ese día no concurrieron a clase, ¿estarían enfermos? Hubo seis que se mostraron conformes y votaron para que todo siguiera igual. Muchos de los restantes prefirieron un cambio, pero no pudieron ponerse de acuerdo. Algunos de ellos votaron al que prometía campamentos; otros, pensando que extrañarían mucho, votaron al que ofrecía juegos y muy pocos estuvieron a favor del que ofrecía paseos... Pero lo más asombroso de esta historia es que la mayoría de los niños que preferían un cambio votaron en blanco o lo impugnaron. Sintieron desconfianza, no creyeron encontrar alguien bueno. Protestaron. Tuvieron miedo. Miedo de que todos fueran iguales. No se dieron cuenta de que de ese modo aniquilaban la esperanza de aquellos otros que con sus mismos miedos, se arriesgaban a soñar con un profe mejor. Moraleja: 2+2=4. María Gabriela Smania
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