A mediados de julio del año pasado, el ayuntamiento de Aguaviva, en la región española de Aragón, ofreció 13 puestos de trabajo, un pasaporte al viejo mundo y una nueva vida, lejos de los altos índices de desempleo que castigan a la Argentina. Los resultados estuvieron a la vista: mil rosarinos quisieron probar suerte, a las 48 horas de publicitada la convocatoria. Pero otra experiencia muy distinta fue la truchada de un supuesto diplomático del gobierno de Costa Rica, que desembarcó en la ciudad ofreciendo un paraíso del empleo estable en este país caribeño. A los pocos días se confirmó que era un impostor, que malogró las ilusiones de cientos de ciudadanos que habían participado de sus charlas. Ahora, en lo que atañe a la Madre Patria, los requisitos eran ser menor de 40 años, tener pasaporte español y ser padres de dos hijos. Aguaviva ofrecía traslado para la familia, un puesto de trabajo al jefe de familia, y vivienda en alquier con opción a compra, entre otros beneficios. En Rosario la propuesta resultó tan tentadora que a los pocos días la capacidad operativa de los organizadores se vio desbordada por la demanda. Un cartel en el lugar de inscripción de los postulantes rezaba: "Por exceso de solicitudes no se atienden más llamadas ni consultas".
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