Sergio Faletto
El presente político e institucional de Rosario Central es un reality show. En la sede de calle Mitre funciona la casa de la cual muchos juegan a irse último. O a no irse. Sólo faltan las cámaras de televisión. Aunque algunos participantes con sus comentarios le dan imagen a esta tragicomedia, en la que muchos nominan al presidente, quien mantuvo reuniones con un elenco integrado por algunos personajes del pasado que intentan asomar como iluminados conductores cuando la historia los ubica en el mismo plano de ineptitud. La presentación de renuncias con la particular redacción de "por la presente elevo mi renuncia al cargo a partir del 31 de diciembre o cuando lo disponga la comisión directiva" no hace más que abrir dos interrogantes: ¿cuándo serán las elecciones? ¿Acaso existe una oculta intención de aceptar algunas y rechazar otras? Víctor José Vesco asegura su firme determinación de irse y no presentarse a las próximas elecciones. Pero son muchos los que no le creen. Y sustentan su desconfianza en aquella maniobra que protagonizó el hasta ahora presidente con Roberto Gastaldi, quienes acordaron renunciar pero el escribano no estampó firma alguna y permaneció en el cargo. En tanto, los opositores de otrora pregonan un cambio, pero paradójicamente varios de ellos le solicitan al actual desgobierno que continúe, al tiempo que otros adelantan que no se presentarán a elecciones. Es decir que ejercen una estéril oposición retórica. En este contexto, el oficialismo y la real oposición conviven en el propio seno dirigencial, en donde al mejor estilo de un partido de truco orejean los naipes y controlan las señas. La desconfianza no es casualidad. Es producto de un estilo político que ya está agotado. En el que los mendigos del poder rodean al líder para no perder el beneficio de pertenecer a un orden establecido, orden tan caro como perjudicial para la existencia de un club que agoniza. Vesco sentenció públicamente que se va para no volver. Y está bien que así sea. Pero el tiempo de las palabras se agota. Es la hora de los hechos. El club necesita una verdadera renovación y una profunda reestructuración. Con una gestión homogénea y un proyecto realista y transparente. Porque Central no es una entidad de beneficencia. Central es una institución que forma parte del patrimonio de la sociedad.
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