Pablo F. Mihal
Ganar, empatar o perder son alternativas del juego. Ayer, en Rosario se sabía que el partido contra Mendoza iba a ser tremendamente duro, pero lo que nadie se imaginó fue que el seleccionado local dependería de la efectividad del apertura mendocino Bustos en la última jugada del cotejo para sellar su suerte y saber a ciencia cierta si continuaba en carrera u observaba la definición del 57º Campeonato Argentino como un expectador de lujo. Todo el esfuerzo, la dedicación y el trabajo que se desarrolló pudo haber caído en saco roto si esa pelota pasaba por el medio de la hache, lo que hubiera sido un golpe muy bajo para todos. No es que después de la derrota por 31 a 23 Rosario pasó de millonario a mendigo, pero gran parte del resultado se dio por errores propios más que por méritos ajenos, que también los hubo. De hecho, ambos equipos tienen un estilo parecido: intentan jugar desde cualquier posición y eso complica a cualquier adversario. Rosario arrancó bien, jugando con rapidez e inteligencia, aunque no utilizó el viento a favor con el que contó en el primer tiempo. Pegó la primera estocada con un try de Pablo Bouza (un baluarte tremendamente regular en el equipo), convertido por el Darda del Castillo. Minutos después el capitán sumó un penal y todo pareció en orden. Pero con el correr de los minutos comenzaron las fallas. A los 20' una duda en la última línea posibilitó al conjunto cuyano meterse en terreno rosarino y no dejó escapar la oportunidad de volverse a su campo con puntos. Try de Ruiz y primer llamado de atención. La defensa, que pareció uno de los aspectos resueltos, comenzó a mostrar fisuras y para peor los forwards empezaron a perder la pulseada en el juego corto y en los mauls. Un nuevo penal de Fernando del Castillo y un try de Nannini sellaron el marcador del primer tiempo que favoreció a Rosario 18 a 7 pero no estaba todo dicho. En el complemento, Mendoza acorraló a Rosario contra su ingoal aprovechando el viento y comenzó a sacar provecho de cada error rosarino. Fue sumando y acercándose en el marcador. Pasada la media hora, en dos jugadas preparadas, sorprendió a Rosario y liquidó el pleito. La última de ellas fue el try de Miguel Ruiz ya en tiempo de descuento. Fue entonces cuando todo dependió de lo que podía hacer el apertura mendocino. Al principio un silencio sepulcral recorrió las cuatro hectáreas. Después una silbatina que terminó cuando el 10 marró el tiro y puso a Rosario en las semifinales del campeonato. Muchos, a partir de allí comenzaron a creer en los milagros, pero lo cierto es que todo lo que no mata, fortifica. La derrota de ayer sirvió como un llamado de atención gracias al sistema de definición. Rosario ayer terminó "alambrando", pero ya demostró que puede dar más. Sólo tiene que proponérselo. Es por eso que los jugadores, a partir de hoy y más que nunca, tienen la última palabra.
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