Walter Vargas
Fundada o no, la denuncia del supuesto padrinazgo que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) ejerce en beneficio del Racing Club instala a la suspicacia en el centro de la escena, de aquí hasta nuevo aviso, probablemente hasta el mismo final del torneo Apertura. De la sospecha no se vuelve: si una cualidad le es propia a una presunción de malicia es, justamente, hacer de la malicia una referencia extendida y perdurable, por acción u omisión. ¿Dónde nació la versión de que desde los más altos estamentos del fútbol se vería con buenos ojos que Racing diera la vuelta olímpica y de allí la voluntad de ayudarla con o sin el amparo de los reglamentos? ¿En una voz indiscreta que se dejó oír en los pasillos de la AFA? ¿En un periodista inquieto que ató cabos y echó a rodar la hipótesis? ¿En una vulgar maledicencia que encontró inmediato cultivo en recelos, envidias, intereses? Qué más da: puntuar la secuencia de los hechos importa menos que analizar sus fundamentos y, por añadidura, sus consecuencias. En realidad, varios de los elementos esgrimidos son rigurosamente veraces: que la AFA fue indulgente en el extremo con el desbarajuste institucional de Racing, que el tribunal de disciplina le perdonó cuanto menos tres puntos que debió haber perdido por la intemperancia de sus hinchas más violentos y que, en el plano estrictamente futbolístico, gozó de un par de arbitrajes benévolos. En ese sentido, sobresalen netamente la piadosa tarjeta amarilla recibida por Carlos Arano al cabo de una patada descalificadora en perjuicio del colombiano Rubiel Quintana, a la sazón fracturado; y la curiosa falta de sanción que mereció un grosero foul penal en el partido contra Unión. Pero deducir de esos episodios que se asiste a una conspiración que favorece a Racing y lo catapulta hacia la vuelta olímpica, llueva o truene, es a todas luces apresurado y excesivo, luego, injusto. Si se trata de los errores arbitrales, son tantos y tan sistemáticos que demandaría una profunda investigación establecer cuál es el equipo que mayor usufructo ha sacado y, aún así, ¿podría darse por descontado que detrás del feliz favorecido se oculta una mano negra? Penosamente, campea ya una cadena de desconfianza, una triste calesita donde todo el mundo repele el lugar del victimario y pugna por asir la sortija de la víctima. La AFA adelanta el partido Boca-Racing y el comité de seguridad autoriza a Estudiantes a recibir a Racing en su estadio de La Plata. ¿Maniobras ilegales que perjudican a la Academia o ésta pone el grito en el cielo ante la imposibilidad de concretar sendos actos reñidos con el decoro deportivo? Ni hablar de la lupa que juzgará cada decisión que tomen los jueces a favor o en contra de Racing, empezando por Fabián Madorran, esta tarde, en Avellaneda. Ahora todo es discutible, interpretable, sospechable: ya fue dicho, todo bicho que camina va a parar al asador de la infamia.
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