Año CXXXIV
 Nº 49.273
Rosario,
jueves  18 de
octubre de 2001
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Canales clandestinos inundan tierras en el departamento General López
Un productor del sur perdió su campo, sumergido por el agua y la desidia
Carlos Borrelo debió abandonar sus 250 hectáreas en Amenábar, devastadas por la lluvia y la falta de obras

Silvia Carafa

Amenábar. - "El agua tapó todo y debo abandonar mi casa. Mi empleado se queda sin trabajo, ya dejaron de funcionar los baños y hay problemas con el servicio eléctrico por la permanente caída de árboles. Me tengo que ir". El crudo relato pertenece a Carlos Borrello. Ayer, cercado por la inundación, sacaba las pertenencias de su campo La Figura, ubicado a la altura del kilómetro 570 de la ruta 33, en este distrito. Y tal vez no sea el único de una vasta región de muy buenas tierras que tenga que atravesar por semejante trance.
El agobio no podía ser mayor. Una y otra vez Borrello repasó la historia reciente de su campo, unas 250 hectáreas que compró en 1991, sin imaginar un destino tan azaroso. "Todos los fines de semana y durante las vacaciones este era el lugar de reencuentro con mis hijos que viven en Venado Tuerto; este era lugar que me permitía verlos crecer, trabajar y disfrutar de lo que más les gustaba", recordó.
A pesar de que el desastre económico se agigantaba en importancia, Borrello no pudo evitar otra mirada sobre esa superficie líquida que el viento se encargaba de rizar suavemente. "En este campo -dijo- mis hijos recibían a sus amigos, festejaban sus cumpleaños. Aquí están sus caballos y muchos de sus afectos, todo bajo el agua, con un monte que se va perdiendo y una casa que será una tapera más".
Pero el sentir no es el único parámetro para calibrar la tragedia, también hay cuestiones objetivas. Ahora el empleado de Borrelo será, a los 60 años, otro trabajador rural desocupado. El productor no pudo vender el campo para pagar las deudas y empezar de nuevo con otra cosa, así fuera un quiosco. "Sencillamente no hay más campo. No se podrá sembrar y tendré que desprenderme de la hacienda que queda para ir sobreviviendo y pagando algunas cuentas imprescindibles", comentó.
Para Borrello "todo esto se hubiera evitado, o al menos atenuado, si hace dos años alguna autoridad se hubiera ocupado, ya que el problema es por exceso de lluvia pero también por falta de decisión para resolver un problema tan sencillo como restituir las medidas lógicas de una alcantarilla que ya existía", argumentó.
"Es increíble hasta qué punto la desidia y la incapacidad de nuestros gobernantes y legisladores lesionan no sólo nuestro patrimonio sino los legítimos derechos de una vida digna", dijo Borrello, y consideró: "Tal vez la magnitud del voto bronca en Santa Fe, especialmente acá los haga recapacitar antes".

Un embalse de mil hectáreas
Según Borrello, con los matices propios de la actividad, su campo anduvo bien hasta 1999, cuando cayeron grandes lluvias y se construyeron canales-caminos, obras viales que en realidad encubren obras hidráulicas clandestinas que permiten el desvío ilegal de aguas. Así fue que en mayo de ese año su establecimiento comenzó un proceso de inundación paulatina que terminó en el anegamiento total hace cinco meses.
Pero en ese proceso no todo fue culpa de la naturaleza. Según Borrello, el agua ingresa al campo por una alcantarilla ubicada en el kilómetro 570 de la ruta 33, que tiene una sección de seis metros y está a ras del piso natural. Pero un kilómetro más abajo, el líquido ingresante no tiene salida suficiente, ya que sólo dispone de dos tubos de 80 centímetros y colocados 60 centímetros por encima del nivel del suelo (ver aparte). De este modo, lo que debería ser un paso de agua devino en un embalse artificial de más de mil hectáreas.
Para Borrello, el hecho de que el agua no drene en los volúmenes adecuados genera gravísimas consecuencias para la región. Por ello se inundaron campos, caminos y viviendas, además de perderse cosechas y pasturas y sufrido graves deterioros estructuras fijas como alambrados, corrales y molinos.
Para el productor, un pequeño campo inundado puede ser un número más de partida en las declaraciones de emergencia agropecuaria. "Pero detrás de ese número hay gente, jóvenes que quieren seguir con esta actividad, un capital que lleva muchos años construir y que desaparece en medio de la apatía de unos, la incapacidad técnica de otros y la tilinguería que los asemeja a todos".



Las últimas precipitaciones ocasioraron pérdidas al agro.
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