Año CXXXIV
 Nº 49.269
Rosario,
domingo  14 de
octubre de 2001
Min 12º
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cartas
Es cuestión de conciencia

Nos abisma el dolor irreparable de la guerra, del atentado salvaje, la muerte de inocentes, la cantidad de vidas que se pierden por falta de paz en el mundo, por codicia de lucro o de poder. Sin embargo, es incomparable con la cantidad de vidas perdidas, niños que nunca pudieron nacer porque alguna mano salvaje le truncó la vida (el médico o su propia madre). El aborto es un delito, es un crimen abominable, contra alguien que no puede defenderse de ningún modo, "como cordero al matadero". Nadie puede afirmar que la sabia naturaleza no pueda, como muchas veces ocurrió, mejorar orgánicamente a ese bebé que se pretende matar tan tempranamente. ¿Y si esa carencia orgánica fuese producida en su hijo, por ejemplo en un accidente y quedara mutilado? ¿También lo mataría? A lo largo de todo el orbe y en muchos países, favorecidos por la ley del aborto, son millones las muertes provocadas por ignorancia, egoísmo o brutalidad, siendo, sin duda alguna, el más grande genocidio conocido. Es contradictorio, casi esquizofrénico: los médicos estudian afanosamente para poder defender la salud y la vida y, a la hora de practicarlo, como medida "terapéutica" proponen y realizan abortos. En el caso concreto a que me refiero, el del pedido de autorización de aborto de la Maternidad Martin, creo que si el embarazo ha llegado a los cuatro meses de gestación es muy probable que se pueda prolongar hasta el nacimiento, lo que permitiría no solamente que pudiera bautizarse, sino también que muriera de muerte natural, lo que no es poca cosa. Si de preferencias se trata, es mejor cargar con el hijo en brazos, sano o enfermo, que cargarlo toda la vida en la conciencia. De esas vidas indefensas son responsables quienes tienen la capacidad de decidir: magistrados que autorizan, médicos que lo realizan y madres que lo facilitan. No se hagan cómplice de tamaña atrocidad.
CI 6.152.593


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