La despareja campaña del seleccionado argentino en la Copa América, que concluyó el domingo con un razonable tercer puesto, volvió a poner de relieve el árido terreno que transita el equipo, que pretende que el Mundial 2002 encuentre al proceso en la cresta de la ola y no en la rompiente. Argentina, más allá de valiosos hitos ocasionales (el cuarto puesto olímpico de Sydney 2000), aún mira de lejos a las potencias mundiales. "La potencia física y la altura son cada vez más predominantes en el vóleibol mundial. Argentina juega en el máximo nivel y ese es su principal límite, la potencia y la altura", dijo Julio Velasco, el técnico argentino múltiple campeón con Italia. La potencia en ataque y la agresividad del saque, dos elementos comunes que caracterizan a todos los equipos de primera línea, son puntos débiles del seleccionado albiceleste. De aquí se deduce la relación de dependencia que une a Marcos Milinkovic con las buenas actuaciones del equipo nacional. Milinkovic aporta, naturalmente, potencia en el servicio y en la zona de ataque. Getzelevich reconoció durante la Copa América que, de contar con otro central (el puesto para el que se necesitan los jugadores de mayor altura), Milinkovic jugaría de opuesto, como lo hace en Italia. Esta carencia de alternativas (cubiertas por la virtud individual de un jugador) pone en descubierto un tercer déficit del plantel argentino: el recambio. Otra faceta que lo distingue del primer mundo del vóleibol. Argentina no tiene otro central para cubrir a Milinkovic (el cuerpo técnico trabaja con el juvenil rosarino Pablo Peralta, que debutó hace cinco meses en la selección mayor), Leonardo Patti no funcionó en su estreno como líbero alternativo y Nicolás Efrón todavía tiene que recorrer un buen camino para tomar el lugar de Javier Weber en la vital tarea del armador. El seleccionado, además, luego de una larga búsqueda no tiene definido uno de sus receptores titulares. El cuerpo técnico, vale decirlo, no tuvo este año a la suerte de su lado. Lesiones, intoxicaciones, problemas de fixtures, fueron minando su trabajo. Pero queda todavía un año más de ensayos y pruebas. El cuerpo técnico conoce mejor que nadie los límites que se le presentan. Por eso y bajo estas circunstancias, crece el valor del trabajo, la planificación y la paciencia. (Télam)
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