Año CXXXIV
 Nº 49.262
Rosario,
domingo  07 de
octubre de 2001
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Guerra al terrorismo. Entrevista exclusiva al escritor neoyorquino
Marshall Berman: "Las torres parecían eternas, pero nada es intocable en la modernidad"
Dijo que detrás de los ataques hay devotos de la tecnología y temerosos de la subjetividad moderna

Hernán Lascano

El vaticinio no es un elemento propio del ensayo sociopolítico y la crítica cultural. Pero, desde este terreno, un libro aparecido hace veinte años contiene formulaciones que parecen funcionar como presagios. "El dinamismo innato de la cultura que nace de la economía moderna aniquila todo lo que crea". "Las estructuras más impresionantes de la ciudad -como los rascacielos de Manhattan- fueron planificadas como expresiones simbólicas de la modernidad. Pero estas formas gigantescas hacen de Nueva York un lugar rico y peligroso para vivir, pues sus símbolos luchan entre sí, se esfuerzan por aniquilarse unos a otros y se funden en el aire". Estas ideas fueron desarrolladas por Marshall Berman, un destacado intelectual y académico neoyorquino, en "Todo lo sólido se desvanece en el aire". Este es un texto visionario que, durante dos décadas, se convirtió en un eje básico de los debates sobre modernidad. Desde su departamento en el Upper West Side, "a seis millas de donde estaban las Torres Gemelas", dialogó con La Capital sobre las implicancias de los ataques.
-Para usted el rasgo básico de la modernidad es que todo lo que se construye se desintegra y se renueva. ¿Cómo se acomodan los ataques a esta idea?
-Todo encaja... tan bien... Cuando vi la implosión de las torres lo primero que pensé fue: "Oh, Dios mío, todo lo sólido se desvanece en el aire". Después me sentí miserablemente. Pensé que estaba haciendo que todo pasara por mí y por mis ideas. Uno de los puntos básicos de mis libros es cuán trágica es la vulnerabilidad de los hombres en la vida moderna. Y lo moderno inscripto en el proyecto del World Trade Center era lo contrario. Era un mensaje que decía: "Nunca moriremos", "Nada puede tocar estos edificios". Un error. Nada es intocable en la modernidad.
-¿Estos ataques son la expresión máxima de las amenazas de la vida moderna? ¿O son algo nuevo que está más allá de la modernidad?
-No es algo nuevo. Este ataque en particular sorprende por su eficiencia técnica y su brillante organización. Pero la idea de utilizar tecnología moderna contra la libertad moderna y los individuos modernos es historia antigua. Se utiliza la tecnología moderna para reforzar una visión del mundo básicamente estática. Parte de la tragedia de la modernidad es que la tecnología moderna está al alcance de cualquiera, esto es, incluso de aquellos que quieren destruir las libertades de la modernidad. Eso ha sido cierto por mucho tiempo. Creo que los nazis fueron el ejemplo más conspicuo de eso. Hay países del mundo que no tienen caminos pavimentados ni agua corriente, pero tienen misiles. Y un aspecto distintivo de la modernidad es que convierte a la tecnología en algo universalmente disponible. Hay quienes no pueden crear una sociedad ni nada, pero pueden destruir. La Guerra Fría difundió esto de muchas maneras. Estados Unidos y Rusia equiparon con armas sofisticadas a los países más subdesarrollados pensando estúpidamente que así podrían controlarlos. Y entonces gente que apenas sabía leer o escribir aprendió a manejar armas.
-¿Qué mensajes dejan en la calle estos atentados?
-Yo creo que hay muchos, pero destaco un mensaje para el mundo musulmán. Y es que quienes están detrás de esto, en definitiva, no desean que su gente sea parte de diálogo alguno. Quienes organizaron esto quieren que la gente se calle y obedezca. Y si no es así matan. Los grupos islámicos que hicieron esto utilizan como escudos humanos a la misma gente que, se supone, constituye la razón por la cual están luchando. Por otra parte, admito que los políticos americanos han actuado bien, incluso Bush, a quien no puedo soportar. Están alegando que lo que viene no es una guerra contra la religión o contra la gente, lo que es bueno frente a los temores de que se registraran desbordes violentos tras los ataques, cosa que en Nueva York no sucedió. Me impresioné mucho con una gran manifestación que pasó por Atlantic Avenue, la zona en donde están los negocios árabes, en la que miles de personas que no son árabes caminaron desde Brooklyn pidiendo por la paz. Cuando pasaron a través de la sección árabe de la ciudad le dijeron a la gente de allí: "Todos estamos con ustedes". Yo me emocioné. Eso es algo que tenemos que continuar diciendo: que esto no es algo contra el mundo islámico sino contra un pequeño grupo de personas, un grupo que no está a favor de la gente.
-Para usted la calle es el lugar donde las fuerzas modernas chocan y encuentran su destino. ¿En qué forma, en relación a las conductas cotidianas y las expresiones políticas, estos ataques afectan el espacio público?
-Los atentados han hecho que los espacios públicos sean considerados peligrosos. La gente tiene miedo de salir, de estar en contacto con los demás. Pero no creo que esto prosiga. Cada vez son más quienes se animan a interactuar con otros. Al principio hubo terror y la gente reaccionaba al miedo escondiéndose. Pero también algo que sucedió, al menos en el estado de Nueva York, es que las personas comenzaron a querer tener contacto con sus vecinos y también con extraños. He dicho en mis libros que estos fenómenos recrean la calle. Por oposición, la gente que hizo esto está en contra de la vida en la calle. Y aquí quiero destacar algo atinente, que me parece se refleja en la posición que tienen algunos de estos grupos islámicos hacia la mujer, a la que impiden expresarse, alejan de la calle y privan de escolarización. Ha pasado en Irán en los 80 y pasa hoy en el Afganistán de los talibanes. No entiendo bien por qué esta gente le tiene tanto pánico a las mujeres. He pensado en una forma de contradicción letal en esos mundos: una adoración fetichista de la tecnología moderna combinada con el miedo a las mujeres modernas. Esto más que responder, en verdad, plantea una pregunta. Cuando muestran imágenes de ciudades de Medio Oriente en televisión, ¿no han notado que siempre son hombres los que aparecen? Equivocadamente, los medios han focalizado esta cuestión en el Islam, cuando en realidad esta tensión entre modernidad y antimodernidad existe, con sus propias versiones, en cada religión. Obviamente en el judaísmo y en el cristianismo. Incluso en el fundamentalismo, que aunque se asuma como una vuelta a las formas antiguas de la religión, en realidad es una fe muy moderna. Conocí a un grupo pentecostal en Brasil cuyas conductas se asemejan a grupos árabes de Medio Oriente o a extremistas judíos en Israel. Y a muchos otros cultos que existen en EEUU. Todos comparten rasgos comunes en distintos lugares. Comparten la devoción por la tecnología moderna y el temor a la subjetividad moderna.
-En sus textos se describen los dramas de la vida moderna. Pero sus visiones finales son casi siempre optimistas. ¿Sigue siendo optimista luego de esto?
-Siempre recuerdo una frase de un maravilloso escritor israelí, Amos Oz. Luego del fracaso del último acuerdo de paz hace un año entre palestinos e israelíes le preguntaron cómo se sentía. El respondió: "Soy un optimista más allá de los vaivenes de la agenda política".



Se usó "tecnología moderna contra la libertad moderna".
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