EL cazador oculto: "El culebrón de la pantalla rosarina"

Ricardo Luque

¿Hay lugar en la televisión rosarina para la ficción? Sí, por supuesto. De hecho, la ficción acaba de ganarle la pulseada al entretenimiento en la pantalla de Canal 5. "Yago, pasión morena", la exitosa novela de Telefé, ocupó el lugar de la esforzada producción local "Tvi". El triunfo se lo anotó la industria televisiva porteña. Una vez más quedó en claro que, allende la General Paz, las disyuntivas son muy diferentes a las de la Gran Capital. La disputa ficción versus entretenimiento, un clásico de la TV nacional, acá no existe, y es así porque en el interior, por obra y gracia de la crisis económica, la producción local quedó reducida a los periodísticos. Y no es para menos, afrontar los costos que demanda la realización de un ciclo de ficción es impensable. Al menos para alguien en su sano juicio. Porque locos, siempre hay. Locos lindos, locos de esos que no sólo le hacen bien a la televisión sino al mundo todo. Locos como Carlos Serrano, que se animó a realizar "Cristina de mi ciudad", una novela rosarina de pura cepa, tanto que su protagonista era empleada de La Favorita. Locos como Diego Martínez y Lucas Di Lauro, que se animaron, vaya a saber por qué extraño azar, a recrear aquella experiencia y se largaron a producir una tira de ficción. Se titula "Hojas sueltas" y se va a emitir, a partir de mañana, los lunes a las 22, por Canal 4 de Cablehogar. En el capítulo presentación actúa Nora Covalcid. Sí, la conductora de "La buena vida", el programa new age de LT3. Ella, allá lejos y hace tiempo, fue quien encarnó a la vendedora de la tienda de la familia García, hoy en manos de una firma chilena, en el primer y único culebrón rosarino. En "Hojas sueltas" ya no es la chica enamorada que sufre, sino la tía soltera que da alojamiento al galancito que llega a estudiar a la gran ciudad y que anima la historia, estilo "La banda del Golden Rocket", que cuenta la tira. El homenaje no es inocente. Pero las nuevas generaciones nunca lo son, y por qué tendrían que serlo si no tienen nada que perder y el futuro, por derecho propio, les pertenece.
¡Aguante la ficción!