Carolina Taffoni
Si un disco en vivo debe reflejar el espíritu del show, entonces se puede decir que el compacto doble de La Renga pasa airoso la prueba. "Insoportablemente vivo", el segundo álbum en directo del grupo, son 31 temas que resumen una carrera que renace siempre desde el mismo mito: el del rock más crudo, altamente furioso y ligeramente contestatario, repleto de metáforas que los pibes entienden, o que simplemente escuchan y los prende a la adrenalina del sonido, que en este caso es arrasadora. Ahí está La Renga, para amigos, enemigos y "los mismos de siempre", el grupo que se hizo solo desde el under y ahora firma contratos millonarios, tiene un disco en vivo con package de lujo y una película del mismo nombre con aspiraciones a ser "La canción sigue siendo la misma" versión argentina. El compacto rescata casi dos horas y media del recital que la banda dio en el estadio de Huracán el 19 de mayo pasado, y es de ese tipo de discos en vivo en los cuales la voz del público se escucha, y zumba y retumba como los ecos de las mismas canciones. Los shows de La Renga son catárticos, y eso también se nota en el álbum. Ahí no hay ceremonia ni rito, no hay Dios, hay tres tipos tocando en un campo de batalla donde todos luchan por lo mismo: gritar algunas broncas y festejar pocas victorias. La fórmula es simple pero funciona: grandes riffs, una base indestructible y una voz aguardentosa. Basta escuchar el tema que abre el primer disco, "Panic Show". La guitarra ruge y Chizzo canta como un león enjaulado (hasta parece que escupe a través del walkman). Después viene "Motoralmaisangre", uno de los mejores temas de "La esquina del infinito", su último disco de estudio, en el cual el riff de guitarra hace contrapunto con la armónica. El compacto no da descanso, y también sirve para comprender la cantidad de clásicos que parió La Renga en sus más de diez años de carrera. Ahí están "Al que he sangrado", "Cuando vendrán", "Lo frágil de la locura" y "El twist del pibe", todos en versiones demoledoras y coreados por el público. Algunos temas, como "El cielo del desengaño", sirven para bajar la maquinaria del rock and roll. Lo mismo pasa en "Blues cardíaco" (se nota la influencia de Pappo's Blues) y en esa especie de funk ultrapesado que es "En pie", con solo de guitarra de Ricardo Mollo. Una versión caliente de "La vida, las mismas calles" deja en llamas al primer CD. El segundo disco abre con "Paja brava", con esa intro de quena que acerca a La Renga a Divididos. El blues reaparece en "2 + 2= 3", mientras que "El circo romano" viene con zapada incluida. Los decibeles bajan en "La balada del diablo y la muerte", y después se disparan en clásicos como "Arte infernal" y "El final es en donde partí". Tampoco faltan "El revelde", el hit que rescata la quintaesencia del pensamiento renguero, y el explosivo cover de "Hey Hey My My", con la compañía de Pappo. En el doble también se reparten dos temas inéditos, "Un tiempo fuera de casa" y "Oportunidad oportuna", dos rocanroles del escape que no agregan mucho más allá de la simple novedad. Al final los dos CD parecen demasiado, dejan los oídos agotados, como si hubiesen sufrido una sobredosis de rock and roll. Pero así de intensos son los shows de La Renga, y así, salvaje y sin calma, suena el disco en vivo. Calificación: 3 estrellas.
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