La República de Liberia, un pequeño país del oeste africano, ubicado sobre el Atlántico, se independizó en 1847. Tiene poco más de tres millones de habitantes y su capital, Monrovia, alrededor de 600 mil. Su origen está vinculado con un plan estadounidense para repatriar esclavos liberados, aunque sus descendientes no superan el cinco por ciento de la población. En 1990 estalló una guerra civil que devastó el país y terminó con 150 mil vidas. Se estima que un veinte por ciento de los combatientes fueron niños que llegaron a matar, torturar e incluso practicar el canibalismo. Desde hace tres años, aunque sigue la inestabilidad, tiene un presidente democrático: Charles Ghankay Taylor. Antes de la guerra, su economía se basaba en la industria del caucho (la empresa Firestone tenía una planta allí). Hoy, por lo barato del registro, tiene una de las mayores flotas petroleras del mundo bajo su bandera. Mientras, la expectativa de vida es de entre 55 y 60 años, la mortalidad infantil del 103 por mil. Antes de la guerra, sólo el treinta por ciento de la gente accedía a agua potable y mucho menos a cobertura sanitaria.
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