Londres. - El vicedirector de Scotland Yard, Alan Fry, toma a diario su café, sin escolta, en un bar ubicado al frente de la sede del organismo, en Londres. Pero esta llamativa "impasibilidad típicamente inglesa" que se refleja en su conducta mostró sus inconvenientes después de los atentados del 11 de septiembre. No es difícil acceder en el bar a este hombre, cuyo rostro todo británico conoce por la persecución a miembros del Ejército Republicano Irlandés (IRA).
Pero como contracara, los controles laxos y el escaso equipamiento técnico hacen que los terroristas puedan viajar prácticamente sin inconvenientes por la isla. Las autoridades británicas confirmaron las versiones del Oficina Federal de Investigaciones (FBI) estadounidense según las cuales al menos once de los secuestradores de los aviones con los que se cometieron los atentados terroristas de Nueva York y Washington habían estado en Inglaterra entre enero y junio.Los terroristas no fueron vigilados por los servicios secretos porque éstos no contaron con datos informáticos de las autoridades de migración, reconoció el ministro del Interior, David Blunkett. Es que, como signo de liberalización europea, desde 1998 Gran Bretaña -un país en el que no existen los documentos de identidad- no sella los pasaportes de quienes salen del país. Ahora quedaron al descubierto las consecuencias de la eliminación de este método antiguo, sin que se lo reemplazara por un registro computarizado.
La red en Gran Bretaña
Cientos de empleados de inmigraciones comenzaron a comparar los registros escritos a mano con la lista de los cerca de 100 sospechosos de terrorismo, según el diario británico Times. Casi tres semanas después de los atentados en Estados Unidos, quedó demostrado que "la red terrorista en Gran Bretaña era mucho más grande de lo que se pensaba originariamente", según escribió el Times en base a las investigaciones especiales de sus periodistas.
El gobierno reaccionó con la promesa de que eliminaría todos los vacíos legales que permitan "escabullidas", reemplazaría las listas manuales por sistemas computarizados y mejoraría el intercambio de información entre los servicios secretos. En este sentido, Londres se remite a las medidas convenidas para la Unión Europea en materia de detención y extradición de sospechosos de terrorismo.
Todas estas medidas no le evitaron la vergüenza al ministro de Relaciones Exteriores británico, Jack Straw, en su reciente viaje a Medio Oriente, cuando el presidente egipcio, Hosni Mubarak, lo intimó públicamente a "limitar la actividad de terroristas árabes en su territorio". Sobre el escritorio de Straw, que asumió ese cargo recién en junio, reposan demandas similares de Israel, Arabia Saudita, Argelia, Turquía, India, Yemen, Perú y Rusia, entre otros, confirmaron funcionarios.
"Estos Estados quieren saber si la guerra contra el terrorismo declarada por Londres rige también en su propia casa", escribió el periódico británico Daily Telegraph en relación a las inusualmente directas palabras de El Cairo. Straw contestó que no era su "culpa" que Londres se hubiera convertido en la "metrópolis de los movimientos islámicos".
A causa de su interpretación de la Convención sobre Refugiados de las Naciones Unidas, muchas veces los tribunales le impedirán a los gobiernos negarle asilo a los condenados por crímenes terroristas, señaló Straw al Daily Telegraph. "Después de las atrocidades del 11 de septiembre aumentó la aceptación de medidas más duras y efectivas por parte de la opinión pública y los políticos", agregó Straw. (DPA)