Año CXXXIV
 Nº 49.254
Rosario,
domingo  30 de
septiembre de 2001
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El audaz programa de TV "Confianza ciega" reinstaló el tema
Especialistas calculan que el 50 por ciento de las parejas son infieles
¿Se puede perdonar el engaño? ¿Hay que confesarlo?

Laura Vilche

La pantalla muestra a tres hombres y a tres mujeres comunes luchando en una isla paradisíaca por no caer en la tentación lujuriosa que durante 17 días de convivencia les ofrecen otros tantos hombres y mujeres: musculosos y fornidos, ellos; bellas y exuberantes, ellas. Ante un panorama así, eludir la trampa parece una misión tan insólita como imposible. Y usted, televidente, comienza a cuestionarse: "¿Me animaría a ir con mi pareja a un reality show como éste?". "¿Le puedo tener «confianza ciega» a mi pareja?". "¿Si descubriera que me engaña, ¿la perdono o la agarro a patadas?". "¿Y si la infidelidad corriera por mi cuenta, me animaría a confesar el engaño?". Interrogantes como estos se cruzaron los últimos días en más de una cabeza. Es que Azul Televisión comenzó a emitir el programa "Confianza ciega" (que hoy se podrá ver por Canal 3, a las 22), un juego que intenta poner a prueba qué tan dispuesto está uno a mantener limpia su honestidad. Sobre el tema, una psicóloga arriesga a decir que, también en Rosario, en un 50 por ciento de las parejas se vive una situación de traición.
Es una certeza que a la infidelidad la han probado varones, mujeres, jóvenes y viejos en todo rincón de este mundo. Pero nadie puede asegurar que sea un fenómeno creciente. En todo caso, lo que se tiene claro es que las mujeres la practican de manera más abierta que antes y que se han perfeccionado sus formas. Al punto que ya existe en Argentina "Zcuza", la primera agencia latina de coartadas que se encarga de que aquel que se echa una cana al aire siga manteniendo su careta en pie.
Esta empresa, por una cuota anual, se encarga desde excusar telefónicamente a su cliente hasta de armarle un fin de semana idílico en Brasil, y consigue facturas de un congreso en una localidad vecina.
La jueza de familia María Inés Cardozo Ayala no puede asegurar si han crecido o no los divorcios por adulterio en Rosario, porque cada vez se dan más los juicios por mutuo acuerdo. Pero no duda en decir que la infidelidad en esta ciudad "está a la orden del día, en toda edad y clase social".
El psiquiatra Gregorio Tisera (Instituto Adimu) y la psicóloga y terapeuta sexual Mirta Granero (Instituto Kinsey) coinciden en que el varón sigue siendo más tramposo que la mujer.
Tisera agrega que la infidelidad es el tema más recurrente que plantean sus pacientes y que la primera consulta, en general, la hacen las mujeres. "El varón no enfrenta tanto este tema, culturalmente se lo convenció de que debe arreglarse solo y ser fuerte, y eso aún se transmite de padres a hijos", asegura.
Granero tira sobre la mesa algunos porcentajes investigados por Roberto Rosenway, un estudioso de la infidelidad en Argentina. "El sostiene que un 50 por ciento de las parejas argentinas son infieles. Cifra que puede trasladarse tranquilamente a esta ciudad. Además, asegura que es muy bajo el porcentaje de quienes pueden continuar armónicamente su relación cuando el engaño se pone en evidencia", señala.
"¿Hay que confesar una infidelidad en una pareja?", fue la pregunta, y el "no" sonó seguro tanto por parte de Garnero, como de Viviana Gómez Thorpe, autora de "No seré feliz pero tengo marido". La escritora habla desde su propia experiencia: se separó luego de 27 años de matrimonio porque su marido le fue infiel. "Nunca hay que confesar un engaño. Después ninguna pareja vuelve a ser la misma. A mí una vez me dijeron, «aunque te encuentren en la cama debés negarlo», y creo que es así".
Desde una postura esotérica, tres parapsicólogos rosarinos adhieren a la idea de no comunicarle a sus clientes los posibles engaños de los que pueden dar fe sus videncias. Ellos, en cambio, se inclinan por brindarles una "ayuda" o "armonización espiritual".
"¿Y si la engañada va a su casa y le pega un tiro a su marido?", advierte Rubén, un "estudioso de la metafísica".
Giovanni es el nombre ficticio que usa desde hace 18 años el detective de la agencia local Aabejón, especializada en "infidelidades y adulterios". El asegura que por mes trabaja en unos 30 casos que lo obligan a seguir y sacarle fotos, en general, a varones. Afirma que los lugares de encuentros habituales son los moteles, pensiones y domicilio de "la" amante; que el horario más común para la trampa es "antes y después del trabajo" y que una íntima amiga de la pareja, una vecina o una compañera de trabajo son habitualmente "las responsables" de que el infiel muerda la manzana.
Jorgelina (17) y Gabriel (14) son novios. Ella dice que la infidelidad se da más en los jóvenes. El señala que a la mujer infiel se la sigue tildando de atorranta.
Oscar (42, empleado) y Betty (38, ama de casa) llevan 12 años de casados. Cuando se le pregunta a él si se tentaría en el reality show, se ríe y pregunta : "¿Quien no?". En cambio su mujer cree que no caería en las redes de los hombres del programa y dispara: "Si él me engañara lo mando a vivir a lo de su hermana".
Norberto (40, empleado) y Marisa (32, empleada) también llevan siete años de unión. El admite que si ella lo engañara lo defraudaría, pero agrega: "De allí a matarla...". A ella no le interesaría confesar su infidelidad: "A ese punto ya sabés que tenés todo para perder".
Ana María (50, contadora) y Juan Carlos (55, médico) capitalizan 27 años de casados. Ella, al hablar sobre él, dice que "la confianza ciega no existe" y que está segura que de pasar por esa prueba no sucumbiría a nada. El habla del supuesto perdón de una infidelidad de ella y analiza: "No es lo mismo una traición pasajera que perdurable. Todo se puede charlar".



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