Mauricio Maronna
"Ningún político puede tener pretensiones si no pasa por el programa de Mariano Grondona", es el latiguillo que repiten como un mantra los operadores de prensa de los pesos pesado de la dirigencia nacional. Grondona, uno de los intelectuales más lúcidos de la derecha argentina, habla con la tranquilidad de quien parece haber lavado sus culpas desde que dijo aquello de que los liberales nacionales estaban más preocupados durante la dictadura por "la flotación del tipo de cambio que por los cadáveres que flotaban en el río de la Plata". Y aunque sigue siendo el blanco fijo de varios intelectuales progresistas que jamás le perdonarán su obstinación por sentar alrededor de una misma mesa a víctimas y victimarios de los años de plomo, esos dardos parecen no alterar la calma dialéctica del conductor de Hora Clave. Con balsámicos acordes de música clásica de fondo, Grondona dialogó con La Capital sobre todos y cada uno de los temas de la agenda política y trazó una mirada preocupante sobre la "guerra crepuscular" que asoma en el mundo desde que las Torres Gemelas se derrumbaron como un castillo de arena tras la abrupta marea terrorista. -¿Le tocó vivir alguna vez semejante grado de apatía y bronca contra los políticos? -Hay apatía, que se manifiesta generalmente en la abstención, en no ir a votar. Lo que apareció ahora es la hostilidad hacia los políticos, que es algo distinto. La diferencia es que si alguien se molesta en ir a votar y mete un voto en blanco o un voto impugnado ya no está absteniéndose, está votando contra los políticos. Los que proponen estos votos por Belgrano, o por cualquier otra cosa, sostienen que es positivo porque va a asustar a los políticos, quienes ante el susto tienen la opción de corregir sus actitudes. Yo, sin embargo, creo que es negativo para la democracia. Si no hubiera opciones, si gobernara un régimen autoritario, como sucedió en la época en que el peronismo estaba proscripto, el voto en blanco tendría una razón. En aquellos años no dejaban votar a la gente por quien quería. Pero, hoy por hoy, la gama de candidatos que aparece en estas elecciones es casi infinita. Si uno está contra toda la oferta electoral, está contra todo, ¿no? -Pero la gente no observa una alternativa sólida. -Pero podrían nuclearse en nuevas agrupaciones o fundar otras. La gente tiene una actitud nihilista, estamos en presencia de una Argentina nihilista. Hay mucha gente que ya no cree en nada, no propone nada, se quiere ir del país. Y votar en negativo es una forma de irse del país. Se quedan en el territorio, pero se van del sistema. -En su último libro usted habla de una doble línea: por un lado el escepticismo frente a la defección del gobierno y, por el otro, la consuetudinaria "mala onda" de los argentinos. -Hay una gran negatividad en la Argentina. Como esta sociedad alberga la fantasía de que todavía es rica, no puede entender lo que pasa. Está como desconcertada y frustrada porque no asume su realidad. Digámoslo con todas las letras: la Argentina es un país nuevo pobre. Cuando se asuma, la gente dirá "acá estamos" y lucubrará un proyecto superador. Pero si uno niega la realidad, ¿qué pasó? ¿La culpa es solamente de los otros? -No faltará quién diga que usted intenta exculpar al poder. -Mire, le doy datos concretos. La productividad por cada argentino empleado que tenemos hoy es idéntica a la de la década del 70... No producimos, es un país que no funciona. Lo primero es asumir uno mismo sus posibilidades, preguntar qué se puede hace y no decir "no puedo hacer nada". -¿Y los políticos qué? -Los políticos se retroalimentan, hay demagogia, como también hay demagogia en los medios de comunicación, que tratan de halagar hasta el paroxismo a los desilusionados. -¿Cuánto influye en este desánimo colectivo el hecho de tener un gobierno tan gris, tan mediocre? Algún intelectual escribió: basta de realidad, queremos promesas. -Claro, es así. Los políticos han disimulado la situación real. Menem, durante sus últimos años de mandato, disimuló. Y De la Rúa ganó las elecciones por la mala onda. Lo que sucede es que después reforzó la mala onda con su mensaje desde el poder. -¿La gente querrá seguir votando en el 2003 a candidatos que se limiten a prometer que no patearán el tablero o tendrá un nivel de exigencia un poco más alto? -Lo único bueno que pasará es que poco tiempo después del 14 de octubre la gente se pondrá a pensar en el 2003. Porque, en el fondo, estas elecciones no cambian casi nada, no cambian ni a los gobernadores ni al presidente, es una elección intrascendente. Pero de cara al 2003 la gente empezará a forzar esa alternativa y, para mí, esa alternativa será el justicialismo. Si el PJ tiene un candidato a principios del 2002, ese hombre va a canalizar mucha expectativa y quizás el clima se reconvierta hacia la esperanza. -¿Qué posibilidades le otorga a Carrió para convertirse en presidente? Su liderazgo parece circunscribirse a lo meramente testimonial. -El ARI hará una buena elección en Capital Federal y, quizás, en provincia de Buenos Aires. Ella testimonia al partido ético, que siempre existió en la Argentina. Carrió todavía no propuso nada viable ni práctico, es su asignatura pendiente. Si parte de la mera denuncia, como si lo que existe fuese una traición a un país rico al que se lo reparten pocos, el diagnóstico está equivocado: Argentina es un país pobre al que se lo reparten pocos. -A usted se lo criticó por haber propiciado un encuentro entre Carrió y el denunciado banquero Eduardo Escasany. ¿Por qué lo hizo? -Lo mío fue una actitud humana: conozco bien a los dos y los estimo mucho. Conversando con ellos les dije que era absurdo que dos personas de bien estén así, que Carrió diga cosas espantosas, como que Escasany es contrabandista de oro. Los dos quisieron verse. Creo que ahora cambiaron sus conceptos el uno del otro. -¿Qué futuro político vislumbra para Reutemann? -Aunque suene cínico, Reutemann es demasiado buena persona como para buscar el poder político. De todos los políticos argentinos, y yo los conozco a todos, es la persona de la que tengo el más alto concepto. Reutemann tiene una ética real que lo inhibe un poco. Es como que juega al truco pero nunca miente. Lo veo como número dos... Cualquier fórmula del PJ, con Reutemann de candidato a vicepresidente, sería poderosa.
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