Después de "Ratitas" (1999), su prometedor disco debut, Degrade podría haber repetido una fórmula que recibió elogios, o podría haber quedado a mitad de camino con algún insulso disco de transición. Pero no. Para su segundo álbum el grupo se consiguió un nuevo y brillante disfraz, hecho de sonidos electrónicos y guitarras tan punzantes como voladoras. Tal vez "Ratitas" se dispersaba porque intentaba resumir (como todo CD debut de una banda rosarina) demasiados años de trabajo. "Agua", en cambio, parece más compacto y determinado, aun a riesgo de sonar monótono o un poco frío. En este caso son simples detalles.
Donde "Ratitas" era denso y misterioso, "Agua" es liviano y glamoroso; si en "Ratitas" se lucía la madurez en la diversidad de estilos, en "Agua" se busca la personalidad de un sonido propio. Si "Ratitas" se mostraba rendido a sus influencias, "Agua" es desafiante con sus referentes.
El cuerpo sigue siendo el mismo (la banda está cruzada por la columna vertebral del rock argentino que constituyen Charly García y Luis Alberto Spinetta), pero la vestimenta es diferente. Se nota que el grupo estuvo empapándose de los nuevos y viejos sonidos de la música electrónica, de esos que alimentan las máquinas desde las guitarras eléctricas, por no hablar de la omnipresencia de Radiohead con su inolvidable "OK Computer".
Desde la intro, el primer track, "Canción diluible", por ejemplo, podría pasar por algún tema de Depeche Mode. Después se pierde entre guitarras sugerentes que contrastan con los más fríos sonidos sintéticos. "Canción diluible" es una invitación a un disco que pretende, desde el mismo título, elaborar un concepto. Por las canciones se repiten palabras como "agua", "mar" "sirena", "flotar" y "profundidades".
Tal vez los mejores temas provengan del universo melódico de Spinetta, que acá se combina con una carga electrónica. En ese grupo están "Espina", una canción frágil que se desata como un huracán en el estribillo; la densa y oscura "Reta", con sus trepidantes riffs; la furiosa "Descalza" o la irresistible "La profundidad", donde el Flaco se da la mano con Radiohead.
La búsqueda de un sonido más compacto no priva a Degrade de darse ciertos gustos. "Acuario", por ejemplo, abre como un ska y tiene aires gitanos, y "Por qué llorax blanca niña?" es un cover subyugante y rockero de una antigua canción popular judeo-española. El otro cover es como un homenaje, una respetuosa versión electro-lounge de "Los dinosaurios". Tampoco falta el rockito trepidante, que está representado por la pegadiza y deforme "Tan viejo".
Para el final el disco se reserva tres pequeñas delicias. "Lluvia" suena como un extraño tango canción que se mezcla con bossa. "Gema" es una zambita que le hace honor a su título, y como regalo viene un tema escondido, "No quiero ir", una divertida combinación de candombe con vallenato.
Eso no es todo. Hay algo más allá de Degrade que su riqueza musical y su combinación de estilos. Seguro el acertijo se esconde en las guitarras de Julián Acuña y Gerardo Agnese, en los teclados y artilugios sonoros de Emiliano Cattaneo o en la interpretación siempre expresiva y emotiva de Nahuel Marquet. En su voz descansa gran parte del secreto del grupo.
Cal: 4 estrellas