Año CXXXIV
 Nº 49.254
Rosario,
domingo  30 de
septiembre de 2001
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La cultura negra peruana revela un raro banquete: el guiso de gato
Las festividades de Santa Efigenia rescatan las raíces africanas de los esclavos en zonas del Altiplano

Missy Ryan

En medio de la polvorienta plaza del pueblo costeño de La Quebrada, en el Perú, una multitud observa cómo un hombre prepara una fritura de cebolla, ajo y ají en el primer día de un festival que incluye un banquete felino. "Es realmente sabroso", dice Ada Torres, de 21 años, al terminar un plato de chicharrón de gato. Alrededor de ella, unos niños se chupan los dedos y los adultos hacen fila para probar el guisado. "Es la primera vez que pruebo esto. Estaba curiosa y esto resultó excelente".
Un fin de semana al año, el poblado campestre de La Quebrada, unos 140 kilómetros al sur de Lima, se levanta para preparar un festival que celebra la cultura negra de Perú, con música típica, danzas y un banquete especial para quienes los pobladores llaman "comegatos".
Algunas personas observan cómo se cocinan los ingredientes como caigua cortada en cuadraditos y advierten que la fritura tiene que estar bien caliente para que dé un resultado correcto.
"Lo preparé en casa, en estofado o en seco (guisado con cilantro), pero siempre lo sirvo con yuca", dijo Antonio Rojas, un trabajador del puerto de 59 años, quien rompió rumores de que la carne de gato provoca la muerte.
Pero esta novedad culinaria no es la única atracción -sólo quizás la más extraña- en el festival que se realiza en honor a Santa Efigenia, dijo su organizador Sabio Canas.
"Queremos mostrar a la raza negra y a todas las razas que tenemos una santa negra y somos descendientes de esclavos, por eso tenemos una maravillosa fiesta grande", dijo Canas, presidente de una asociación que promueve la cultura y el arte negro.

Descendientes de aborígenes
Setenta por ciento de los 26 millones de peruanos es descendiente de indios aborígenes. Sin embargo, hay una minoría de raza negra descendiente de los esclavos que en la época colonial fueron traídos desde Africa a Perú para trabajar en las plantaciones de algodón.
Santa Efigenia es venerada en un Perú básicamente católico -que tiene su propio santo oriundo de Lima y de raza negra, San Martín de Porres- y su imagen aparece adornada dentro de la destartalada iglesia del pueblito La Quebrada.
Sus seguidores dicen que la estatua de Santa Efigenia emigró hasta Cañete en un barco alrededor del siglo XVIII.
El festival de Santa Efigenia, que se realiza por estos días, también incluye bailes y canciones de ritmos negros populares en el país andino. "No queda mucho de nuestra cultura", dijo Jaime Rojas, un profesor de 49 años, quien afirma que el festival le da nueva vida a La Quebrada y a sus 3.000 habitantes, que viven mayormente del cultivo de algodón, maíz y papa.
"Intentamos rescatar los bailes y la comida típicos. Es como en la corrida de toros de España, éstas son nuestras raíces y no podemos olvidarlas", añadió Rojas.
Pero muchos llegan al pueblo sólo para probar el gato -cuyo sabor "se parece al conejo", según varios comensales- y los organizadores dijeron que esperan que el festival sirva para estimular más el turismo hacia esa zona.
"Creo que es fantástico que las personas hagan el esfuerzo de bailar, cantar y comer un poquito de gato", dijo Roberto, de 17 años, quien llegó de Lima para ver el festival.
Canas señaló que la tradición de comer gato es una práctica culinaria de épocas de los esclavos coloniales, quienes vivían en plantaciones de algodón sin mucho más de qué alimentarse.
"Siempre ha habido gente que come gato, pero nosotros hemos roto el silencio", refirió Canas, y agregó que los residentes salieron para capturar a los desafortunados animales los días previos al festival.

Los tristes amantes de los animales
Sin embargo, muchos pobladores locales miran la costumbre con desdén, y los grupos defensores de los animales reaccionaron indignados tras versiones periodísticas de que unos 100 gatos serían sacrificados para el festival.
"Sé que es importante para algunas personas, pero no deberían matar gatos", dijo Darcy Vásquez, un niña de nueve años que protestó abrazando un gatito de cuatro semanas, parada en su casa a pocos metros de la plaza de La Quebrada.
Algunos gatos han desaparecido sospechosamente en las recientes semanas previas al festival, dijo la mamá de Vásquez. "Yo estoy cuidando el mío", agregó la niña.
No todos en La Quebrada aprecian el valor culinario de los gatos y llegan a atraídos por los otros aspectos del festival de Santa Efigenia, como la música y el desfile.
"La fiesta es linda pero la parte mala es el gato. Usted menciona la palabra gato y de pronto nadie tiene hambre", dijo una vendedora de sopa en un restaurante en la plaza. (Reuters)



Un vecino pasa delante de los gatos ya faenados.
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