Eugenia Langone
"El arancelamiento es el fantasma ideológico de las universidades latinoamericanas. Sin embargo, es lo que permite mejorar el proceso de masificación de la educación superior, que solo el Estado ya no puede seguir sosteniendo. Llevamos 20 años diciendo que la universidad se deteriora, pero no hemos hecho verdaderas reformas". Así, pintó el panorama universitario de América latina el sociólogo chileno José Joaquín Brunner, uno de los encargados de llevar adelante la reforma de la educación superior en ese país en los primeros años de democracia. Defensor del arancelamiento, Brunner, que se define como de centroizquierda, dialogó con La Capital en su paso por la Argentina. El arancel se impuso en el país trasandino durante la dictadura de Augusto Pinochet. A partir de la democracia, una comisión encabezada por el mismo Brunner se encargó de las reformas en la educación superior. Hoy, con un gobierno socialista en el poder, en la universidades públicas de Chile no sólo se mantiene el arancelamiento, sino también el ingreso restricto. Terminado el colegio secundario, los estudiantes rinden un examen general que les otorga un puntaje, y según el nivel alcanzado ingresan a determinadas facultades. Cada universidad tiene un arancel, pero quienes carecen de recursos pueden acceder a créditos fiscales. Una vez recibidos, los estudiantes gozan de dos años de gracia y luego deben comenzar a devolverle al Estado el monto prestado. Para Brunner, que fue secretario general de la Nación durante el gobierno de Eduardo Frei (demócratacristiano) y que actualmente se desempeña como director del Programa de Educación de la Fundación Chile, "el problema real de las universidades públicas y gratuitas es que son tremendamente inequitativas y bastante ineficaces". -¿Qué piensa del arancelamiento de las universidades públicas? -Estoy a favor del arancelamiento, pese a que es el fantasma ideológico en toda América latina. Es lo que permite mejorar el sistema de masificación de la universidad, que el Estado solo no puede seguir sosteniendo. El problema real que tenemos es que todas las universidades públicas y gratuitas son tremendamente inequitativas y bastante ineficientes. Llevamos 20 años discutiendo y, salvo excepciones, no hemos hecho verdaderas reformas en la educación superior. Todo el mundo dice que la educación se deteriora y que los gobiernos son cada vez menos partidarios de invertir el dinero en esa área, pero igual mantenemos estos sistemas. Nuestro problema es que tenemos que empezar a movernos tímidamente hacia una mayor racionalidad en el manejo de las universidades. -¿La comunidad universitaria se ha vuelto reticente a los cambios? -Las universidades públicas se han transformado en América latina en uno de los sectores más conservadores de nuestra sociedad. Paradójicamente, se supone que tienen la mayor concentración de la inteligencia y a las personas mejor formadas en el análisis de los problemas de la realidad nacional. Además se supone que allí la gente tiene un manejo de la racionalidad que le permite darse cuenta cuando hay un desajuste muy grande entre sus instituciones y lo que entorno les demanda. Mientras en el resto del mundo, como Australia, Nueva Zelanda, Europa del Este e incluso en China, hay una verdadera revolución en las universidades, en América latina mantenemos la misma estructura y visión heredada de la revolución de Córdoba en 1918. Tenemos universidades bloqueadas en sus capacidades de innovar, porque tienen un sistema de gobierno que les provoca un empate permanente entre las distintas fuerzas internas. -¿Va a colapsar la universidad gratuita y con ingreso libre, como tiene la Argentina? -Creo que estos sistemas gratuitos, como también lo tienen Uruguay y México, son sistemas que se pueden mantener, porque los sistemas no colapsan fácilmente. Pero lo que les ocurre es que van perdieron capacidad de innovación, se hacen más rígidos y se deterioran en calidad y prestigio. Lamentablemente, la universidad pública latinoamericana está desde los últimos 30 años en ese proceso de deterioro. Sin mencionar otro tipo de problemas, como la agresión de los gobiernos militares. -¿Se puede comparar la realidad latinoamericana con la de las universidades europeas? -Los patrones de desarrollo en América latina y en los países desarrollados son completamente diferentes, porque Europa se industrializó un siglo antes, y cuando llegó la etapa de la masificación de la educación superior ya eran países bastantes ricos. Inglaterra, por ejemplo, masificó sus universidades después que América latina porque mantuvo un sistema elitista hasta la década del 80. En ese momento, comenzó la apertura, pero Inglaterra ya tenía 20 mil dólares de ingreso per cápita. Igual, para poder llevar adelante el proceso de masificación de la educación superior tuvo que empezar a cobrar aranceles, incluso bajo un gobierno socialdemócrata. -¿Y cómo funciona la universidad en Chile para quienes tienen menos recursos económicos? -Hay un sistema de créditos fiscales que se le otorga a los estudiantes, que luego de dos años de egresados deben comenzar a devolver el dinero. Este sistema comienza a dar buenos resultados, junto con mecanismos de información y control para que los estudiantes tengan un buen rendimiento. Aunque es cierto que nunca se recupera el 100 por ciento de los créditos, también es verdad que el Estado solo ya no puede ser garante de la educación superior. El sistema de Estados Unidos se ve como uno de los más fuertes en el mundo, pero allí los privados siempre han tenido un nivel de participación muy importante. El sistema de Chile tiene un relativo éxito y, por el hecho de tener arancelamiento y créditos, es el sistema más equitativo en América latina. Todos creen que la gratuidad está asociada a la equidad, pero no hay nada más opuesto a la equidad que la gratuidad. El Estado ya no puede sostener estos sistemas, entonces hay que buscar otros recursos. Así, el arancel no tiene el objetivo de buscar selectividad en la entrada a la universidad, sino darle mayor amplitud. -Usted plantea que las universidades deben dar cuenta, sobre todo, de los recursos públicos que gasta... -En principio es esencial que la universidad tenga autonomía intelectual, docente y académica, además de la posibilidad de criticar a la sociedad y su entorno. Cada vez que esa autonomía intelectual ha sido intervenida ha sido por los regímenes militares, y no sólo mata una parte del espíritu de la universidad, sino que también mata la posibilidad de que la universidad haga un aporte a la sociedad. Pero la autonomía que tenemos en América latina va más allá, se convierte en aislamiento, le vuelve la espalda a la sociedad y no acepta ninguna guía por parte de los gobiernos. En las democracias maduras, las universidades tienen autonomía intelectual, pero tienen una coordinación con las políticas del Estado, dan cuenta de lo que hacen y, sobre todo, de los recursos públicos que utilizan. En ninguna parte existe la idea de que las universidades son una especie de isla feudal dentro de las sociedades. Tiene que haber mecanismos a través de los cuales las universidades tengan que informar al público porque es una forma de hacer más transparente el sistema, sobre todo cuando se trata de fondos públicos.
| Para Brunner, la universidad pública gratuita es ineficaz. | | Ampliar Foto | | |
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