Adrián Gerber
La situación de los afiliados al Pami se torna cada vez más complicada. Enfermos de cáncer que no reciben medicamentos, cirugías que se reprograman, prótesis a las que no se pueden acceder, ambulancias que nunca llegan y ahora los sanatorios privados que directamente cortan todos los servicios a miles de jubilados y pensionados de Rosario por falta de pago. Una película que de tan repetida durante los últimos años, aburre, pero no deja de preocupar. Hace rato que el Pami tocó fondo, pero nadie parece haberse dado por enterado. Pese a que tiene un presupuesto anual de alrededor de 2.000 millones de pesos, un monto nada despreciable, el servicio sigue siendo deficiente y de baja calidad. La gente presiente desde hace mucho tiempo que el Pami, como otros organismos y empresas del Estado, ha sido utilizado como instrumento para el financiamiento de la actividad política y para el beneficio particular de los funcionarios de turno, más que para prestar servicios de calidad a sus afiliados. Y esto ha llevado a lo largo de muchos años a una planta de personal plagada de nombramientos de militantes, punteros, amigos y familiares. Pero los oscuros manejos que rodean al Pami tampoco terminan allí. Históricamente, la obra social pagó las prestaciones y los medicamentos a precios superiores a los del mercado. Allí está el escándalo del ex interventor Víctor Alderete. Y así no hay dinero que alcance, y los recursos se evaporan como el agua. Y ahora no sería sorprendente que quienes salgan a denunciar el corte de servicio sean los mismos dirigentes sindicales del Pami que fueron cómplices y colaboraron con los gobiernos de turno para que la obra social más grande del país llegue a esta situación de colapso. Una de las perversas paradojas de la Argentina.
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