Año CXXXIV
 Nº 49.251
Rosario,
miércoles  26 de
septiembre de 2001
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La Virgen del Rosario congregó a unos 350 mil fieles en San Nicolás
Monseñor Mario Maulión, obispo nicoleño, clamó en la homilía para que "nunca más haya guerra y violencia"

Más de 350 mil peregrinos expresaron ayer su fervor y piedad mariana frente a la imagen de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, la advocación de la Virgen que desde hace 18 años se venera en el santuario del "campito" a orillas del Paraná. En la homilía de la misa central, monseñor Mario Maulión, obispo de San Nicolás, clamó al Cielo para que "nunca más haya guerra ni violencia" e instó a los presentes a ser "gestores y promotores de la paz y la solidaridad, en especial hacia los más pobres y desprotegidos".
Además de enumerar los "dolores sociales" que golpean a los argentinos, el prelado lamentó que tanto los atentados terroristas ocurridos en los Estados Unidos como la respuesta bélica de "alcances desconocidos" pretendan justificarse o explicarse por razones religiosas. "Nunca la religión ha de ser fuente de conflictos", enfatizó el obispo nicoleño, no obstante advertir que "la guerra y la destrucción no son hechos aislados y alejados: parecen ya estar a nuestras puertas".
A las 15, la imagen de Nuestra Señora del Rosario salió del templo en construcción, precedida por una réplica de San Nicolás de Bari, patrono local. En ese instante una lluvia de pétalos de rosa y papel picado inundó la cápsula de cristal que la protege para iniciar una procesión por las calles aledañas al santuario.
A pesar del frío ribereño y la amenaza constante de lluvia, todos querían tocarla, mientras cantaban. Unos daban gracias por la respuesta a sus plegarias. Otros pedían por los enfermos, por el necesario trabajo o, genéricamente, para que haya paz en el mundo.
La procesión -que encabezó el obispo nicoleño y su par de Concordia, monseñor Héctor Cardelli- parecía una marea humana que agitaba pañuelos, banderas, y banderines celestes, rosados y blancos, que culminó en el altar levantado en el campito, donde se celebró la misa central.
En la homilía de la celebración eucarística, monseñor Maulión reconoció que las preocupaciones y sufrimientos "no se pueden ocultar", ya que además de los problemas y dolores personales y familiares, "nos golpean también y con fuerza los sociales".
El obispo oró por "la situación y la marcha del país, la desocupación que no cede, la violencia que parece avanzar, el debilitamiento moral en los jóvenes y en los mayores, la desorientación de los adolescentes, la desconfianza hacia los demás y hacia las instituciones, la falta de solidaridad y de elemental justicia hacia los más desprotegidos e indefensos, los crecientes y hasta justificados ataques a la vida inocentes: abortos y mutilaciones".
Insistió, asimismo, en pedirle a la Virgen que ilumine a los hombres para que se conviertan en "gestores y promotores de la paz y la solidaridad, en especial hacia los más pobres y desprotegidos".
"Nunca más la guerra ni la violencia -subrayó-. Siempre la paz y la justicia en solidaridad. Sigamos la palabra y la enseñanza del Santo Padre. Ser gestores de paz es hacernos gestores de solidaridad".
El ritual de fe popular no se detuvo a pesar de las inclemencias del tiempo. Los fieles llegaron en tren, auto, colectivo y también a pie. Los primeros lo hicieron de Mendoza, Santa Fe y Buenos Aires. Los más -unos 100 mil- llegaron anteayer en procesión desde Rosario, tras caminar unos 62 kilómetros.
En el acceso a la ciudad mariana los recibió el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Mirás, quien habló de la "deplorable situación económica y las desconcertantes actitudes morales que pretenden arrebatarnos la fe", pero también exhortó a rezar por la paz y para que "no se confunda la justicia con la venganza, ni el derecho con el odio que todo lo destruye".
Las estrofas del Himno Nacional y los globos multitudinarios al viento cerraron la fiesta de fe cristiana. (DyN)



El tradicional ritual de fe se realizó a pesar del tiempo.
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