Manuel Musto murió muy joven, a los 46 años. Conciente de su enfermedad incurable, el artista rosarino decidió donar a la ciudad su casa donde también funcionó su taller de trabajo, además de una cantidad de dinero destinado a realizar anualmente certámenes que premiara a escritores y plásticos. Según recuerdan las crónicas de La Capital, Musto se lamentaba ante la eminencia de su muerte diciendo: "¡Qué lástima tener que morir, teniendo tanto que hacer...!".
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