Año CXXXIV
 Nº 49.251
Rosario,
miércoles  26 de
septiembre de 2001
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Técnico y presidente

Minutos después de las 2 de la madrugada de ayer dos personas, ambas de traje, salieron de uno de los restaurantes más caros y renombrados de la paqueta zona de Puerto Madero con un río muy tranquilo a metros de ellos. Ambos imaginaban una charla a río revuelto. Uno con el pelo (escaso) blanco y el otro, más joven, con la corbata floja, estuvieron sentados en la misma mesa, lejos de las ventanas, en el lugar más escondido del local.
Uno era Carlos Bianchi y el otro Mauricio Macri. Ellos, esta vez, se portaron como dos adultos que son.
La reunión fue, en casi toda su extensión, coloquial y tranquila, aunque el comienzo, pasada la medianoche, fue por demás áspero.
Aún estaba muy fresco el desplante de Bianchi a Macri en la conferencia de prensa.
Se sabe que el Virrey le explicó todo. Que su paso al costado, o la no renovación de su vínculo con Boca Juniors, se debía a motivos estrictamente personales, algo que el ahora más tranquilo Macri tratará de explicarle mañana a una comisión directiva dividida como nunca por el escandalete.
La noche pasó. La mañana encontró a una Buenos Aires cubierta por las nubes. Fría. Llena de incógnitas. Vaya casualidad, igual que el futuro inmediato de Bianchi en Boca.
El entrenador, sin abrir la boca delante de la prensa, volvió a trabajar normalmente, sabiendo que la situación se había descomprimido y bastante.
Bianchi condujo la práctica junto con Carlos Veglio en Casa Amarilla, a la cual la prensa tuvo acceso una vez que el técnico dio la orden.
Pero no fue una jornada de entrenamiento común y corriente. Bianchi mantuvo charlas de a pequeños grupos con los principales referentes de su equipo: Juan Román Riquelme, Marcelo Delgado, Oscar Córdoba, Guillermo Barros Schelotto, Walter Gaitán, Jorge Martínez y Nicolás Burdisso.
Ellos se fueron con la plena seguridad de que el Virrey de Liniers los dirigirá el 27 de noviembre en la final de la Copa Intercontinental ante el Bayern Munich en Tokio, Japón, lo cual les causó indisimulado alivio.
La historia tuvo un capítulo, no de relleno, si no de los que definen algunas cosas importantes. Pero todavía no se pudo disipar el cartel que dice: continuará. (DyN)


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