Año CXXXIV
 Nº 49.248
Rosario,
domingo  23 de
septiembre de 2001
Min 16º
Máx 27º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Una época de brillo para los capitalistas de juego

El Banana supo dominar el barrio de Fisherton -cuentan que todavía lo hace y que ninguna agencia oficial logra instalarse en los amplios alrededores de Donado y Córdoba-; el Turco Daniel era fuerte en el sur desde su despacho de Ayolas y 1º de Mayo (iba al casino de Paraná y jugaba en cuatro mesas a la vez, un fanático); El Perro se instalaba en el bar El Lido (San Martín entre Gaboto y Garay) pero operaba desde su sillón de la cortada Eudoro Díaz, cerquita.
El Maestro Pablo mandaba a los planilleros desde Lagos y 27 de Febrero: murió un domingo en el hipódromo de Buenos Aires cuando ganó el caballo al que le había jugado todos los boletos (era una fortuna la que alzaba pero el corazón le andaba fallando, lo esperaban los estudios al día siguiente; mientras yacía, los apostadores le arrancaron los boletos de la mano).
Otro que murió con toda la adrenalina fue aquel que manejó por décadas el juego Alberdi desde la cueva de avenida Génova frente a la cancha de Central: se desplomó en el casino de Corral de Bustos una noche en que las fichas se le escurrían como agua.
Aún sobreviven varios capitalistas, que ya no amasan plata de bacán pero sí la necesaria para no tener que trabajar en serio: "A todos les juntó la cabeza el Bambi y los tiene en su cueva; hasta el Tumbita, el Toscano y Tito están fichando ahí", contó un planillero a este diario.
Los planilleros con oficio están más liberados y hablan con autoridad: saben que mantienen lo que queda del negocio metiéndose en todos lados, bares, oficinas, comercios. Como Miguel, que camina como nadie la peatonal y al que le adjudican un edificio de cinco pisos cerca de Entre Ríos y Santa Fe.
"Antes se manejaba una plata impresionante", recuerda un banquero venido a menos que llegó a estar preso varias veces porque "alguna volteada había que comerse. Nos encerraban en Leyes Especiales, segundo piso de Jefatura, donde había ventiladores, heladeras, televisores y hasta fax. Todo comprado por los capitalistas -rememora- La yuta era terrible: para ir al baño había que pagar, si querías comer bien tenías que pedir en la rotisería para toda la sección. Estar una semana salía una fortuna".
Cuenta que "en plata de hoy, a la Policía se la arreglaba así: por cada agencia que manejaba, el capitalista pagaba 400 pesos al comisario (la seccional); 400 a Leyes y 200 al inspector de zona. Y por planillero, la mitad".


Notas relacionadas
La banca clandestina perdió apuestas y millones en 10 años
Diario La Capital todos los derechos reservados