Pablo F. Mihal
Habría que remontarse mucho tiempo atrás para encontrar una derrota tan abultada como la que sufrió ayer Duendes en su propia cancha. Fue durísima, no sólo por el marcador en sí, sino por la forma en que se dio. La Tablada no dejó dudas y trasladó al tanteador todo lo que hizo dentro del perímetro de juego. El 50 a 24 final fue el fiel reflejo, tanto como el silencio que reinó en las gradas cuando el entrerriano Víctor Rabuffetti dio por finalizado el encuentro. Si alguien no vio el partido, el resultado puede sorprenderlo, pero lo cierto es que el conjunto cordobés le ganó a Duendes en casi todos los aspectos del juego. En todos, menos en el line, pero también en esa formación se dio la suficiente maña como para complicar al conjunto del barrio Las Delicias. Con control de la pelota, dominio territorial y sobre todo con una acertada conducción de la pareja de medios, La Tablada fue imponiéndose y ganando cada centímetro del campo del juego. Si a esto se le suma que además su apertura y pateador tuvo casi un ciento por ciento de efectividad, los números finales ya no asombran tanto. La puntería de Esteban Roqué ayer fue exquisita, tanto como el desempeño de Juan Cruz Légora, un medioscrum intuitivo y explosivo que provocó innumerables dolores de cabeza a la marca verdinegra. La Tablada utilizó el tackle como un arma de ataque. La recuperación de la pelota tras ellos y la posterior utilización, que generalmente tenían como destino las puntas, hicieron que la defensa local no pudiera recomponerse, dejando los lógicos huecos hacia el ingoal. El rugby integral, de quince hombres, que mostró ayer el campeón cordobés fue tremendamente eficaz. Recién pasada la media hora de juego, Duendes tuvo la primera pelota clara en ataque y no dejó pasar la oportunidad. Marcelo Muré se filtró en la defensa y llegó al try. Pareció que la esperada reacción llegaba pero no fue así. El parcial terminó con un 29 a 10 favorable al conjunto azulgrana y obligaba a Duendes a dar vuelta la historia. Pero La Tablada se plantó bien y no permitió la levantada del dueño de casa. Siguió apostando a su libreto y también sumando. Moviendo la pelota, con muchos pases y relevos constantes, fue controlando un partido que, mientras los minutos pasaban, se iba poniendo cada vez más friccionado. La fricción dio paso a algunas asperezas y también a algunos golpes arteros, como el que recibió Camilo Boffelli y que le produjo una fisura en el tabique nasal. Las tarjetas amarillas se hicieron entonces presente. El tiempo siguió su inexorable camino y Duendes no encontró las respuestas. Sobre el final, Nannini marcó dos tries pero fueron en vano. Nada pudo torcer esa historia que tuvo escrito su final mucho tiempo antes. Sin excusas, las semifinales delTorneo del Interior pasaron al olvido.
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