| | Larga y triste procesión para retornar a un reino en ruinas
| Martin Bialecki
Nueva York. - Es como una larga y triste procesión. Al comienzo de la primera semana después del atentado contra el World Trade Center, centenares, miles de personas se agolpan de nuevo en las estaciones de metro del distrito financiero de Nueva York. Comerciantes, economistas, banqueros y secretarias por decenas de miles trabajan en este importante centro de negocios. La parada de metro Wall Street está cerrada, por lo que muchos bajan por la calle Nassau hasta el Mercado de Valores, rodeado de un montón de escombros. Su fachada está adornada con una gran bandera. El shock se produce al dar la vuelta a la esquina de la Liberty Street. Hasta ayer estaba todo acordonado. Todas estas personas, obstinados profesionales de la economía, pueden ver ahora de cerca por primera vez las ruinas del World Trade Center. Nadie pasa indiferente por el lugar. "¡Oh Dios!", dice uno, "es todavía peor que en televisión. Es completamente irreal". Otro, con el pelo peinado hacia atrás, se abre paso entre la multitud y grita: "¡Ya lo hemos visto lo suficiente los últimos días! ¡Vayamos a trabajar!". Nadie puede permanecer ante las ruinas durante mucho tiempo. Un humo espeso flota en el ambiente, como si se hubieran quemado neumáticos. Muchos llevan una máscara y otros se tapan la boca y la nariz con un paño húmedo, un jersey o un pañuelo de seda. Se hace difícil respirar cuando el viento levanta el polvo de los escombros. Nadie sonríe mientras va a trabajar. En el rostro de la gente se puede apreciar la incredulidad. "Tenemos que salvar lo que se pueda salvar", señala Drew, un corredor de Bolsa, "y esto se hace mejor con dinero". Otro asegura: "Veremos cómo reacciona el mundo. Ahora vamos a trabajar y luego ya veremos". No quiere decir cómo se llama ni para quién trabaja. "Si en el periódico pone: «El señor X de la compañía Y dice que los índices van a bajar» no es bueno ni para mi empresa ni para las cotizaciones". En la esquina, entre la calle Nassau y la Bolsa, la policía grita: "¡A ver sus carnets profesionales. Rápido!". El que no tiene ningún carnet no puede pasar. Algunos viandantes y periodistas se dan cuenta de que la policía de Nueva York no tiene ganas de discutir. A la mínima son subidos a un coche y llevados de vuelta. A la pregunta de qué significa para él volver hoy a trabajar, el comerciante de divisas Mike dice: "¿Tiene usted una idea mejor? Ya hemos estado sentados lo suficiente. Ahora hay que continuar, y cuanto más rápido mejor". Otro simplemente no contesta. Allí, a pocos metros, estaba el centro financiero del mundo. Los restos de la fachada continúan ahí junto a los escombros como si fueran una catedral gótica, envueltos en el ruido de las labores de rescate. Al lado, se puede ver el cartel publicitario de un banco: "Finalmente un lugar aquí abajo en el que se puede invertir el dinero en lugar de gastarlo".
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