Nueva York. - "¿Para qué debe prepararse el país?", se preguntaba la televisión local en la noche del viernes, luego de que el presidente estadounidense, George W. Bush, se revitalizara con un inflamado e improvisado discurso parado sobre las ruinas del World Trade Center en Nueva York.
La respuesta es clara para el 89 por ciento de la población: Estados Unidos debe prepararse para "asesinar terroristas", o, lo que es lo mismo, la "guerra". Ese es el resultado de una encuesta telefónica de la revista Time difundida por la CNN. Sólo el 16 por ciento respondió que asesinar a los autores no es el camino adecuado.
Tras días de desolación, emoción y lágrimas, la enorme mayoría del pueblo estadounidense está convencido de que la guerra es la única alternativa. La televisión también lo deja claro, ya que cambió el encabezado de "Ataque a EEUU"s por la "guerra" que se está preparando.
Esa "guerra" es muy diferente a la Segunda Guerra Mundial, y tampoco es exactamente comparable a la del Golfo, que comandó hace diez años George Bush (padre). "El enemigo en esta guerra es muy esquivo. Los servicios de inteligencia, por ejemplo, parecen no saber dónde está Osama Bin Laden", escribe ayer en The New York Times el columnista Anthony Lewis, que califica a Bush de "inexperto" en temas militares.
Pero el análisis a nivel popular es más llano. "¿Están listos?", preguntaba la CNN a cuatro de los 50.000 reservistas en diferentes lugares del país. La respuesta fue siempre "sí", y Bush mostró que tampoco podría ser otra. "Llamo a todos los que tienen uniforme a estar listos. América (por Estados Unidos) hará lo que sea necesario", dijo en un discurso a todo el país.
Un presidente cambiado
El lenguaje y los gestos son duros. Bush parece otro desde que el viernes fuera ovacionado repetidas veces por las fuerzas de rescate en Nueva York. Nadie recuerda ya al candidato dubitativo, al presidente que delegaba el peso de la administración en su vicepresidente, Richard Cheney.
El traje pasó al olvido desde ese viernes a la tarde, y de sport y con una campera gris, Bush parece sentirse cómodo en el papel de máximo responsable de las fuerzas armadas de su país.
En las calles, el apoyo a la represalia es unánime. "No podemos hacer otra cosa, no podemos dejar de responder", decía un neoyorquino en un bar, donde una gran bandera estadounidense cubría una de las paredes.
Nadie sabe qué sucederá mañana en la reapertura de Wall Street, pero si los fabricantes de banderas cotizaran en la Bolsa neoyorquina, su acción sería el papel a comprar. Tiendas, supermercados, kioscos, bares, restaurantes o automóviles: todos exhiben una o más banderas en una ciudad donde se puede ver a sus habitantes utilizándola como vincha, ondeándola mientras caminan o llevándola en el carrito de sus bebés.
El lluvioso viernes de Nueva York y Washington fue un día "de oración y recuerdo", con todo el país rezando y cantando, en algunas ciudades hasta bien entrada la noche. Ayer, el sol volvió a brillar a pleno, pero los estadounidenses sólo tienen una palabra en mente: guerra. (DPA)