El ataque terrorista a los EEUU carga nuevos focos de incertidumbre sobre el futuro de la economía argentina, cuya viabilidad ya venía pendiendo de un hilo. Una primera lectura permite aventurar que el endurecimiento de las relaciones políticas internacionales y la hipótesis de guerra podría beneficiar a los precios de los productos primarios, como granos y combustibles, con gran peso en la economía regional. Sin embargo, el fantasma de una recesión mundial podría echar por tierra las perspectivas de optimizar el ingreso de divisas, por la caída en el consumo de los destinatarios de esos commodities.
En el antecedente más inmediato de la Guerra del Golfo, en 1991, los productos agropecuarios registraron precios que en promedio superaban en un 10 por ciento a los actuales. En vísperas de una cosecha récord de más 70 millones de toneladas, un crecimiento de las cotizaciones es una hipótesis no descartada hoy por los analistas, pero que tiene contrapesos.
Por un lado está la posibilidad que la crisis americana profundice los signos de recesión de su economía y arrastre en su caída al resto del mundo.
De hecho, la desaceleración de la economía norteamericana de los últimos meses ya venía siendo acompañada por los países asiáticos (salvo China) en mayor medida, y con algunos signos preocupantes en el Viejo Continente. Si el consumo mundial se contrae surgirá una barrera para la apreciación de los productos alimenticios.
Una recesión americana seguramente empujaría al derrumbe a los emergentes asiáticos, que tienen un fuerte sesgo exportador hacia la primera economía del mundo. Hay que tener en cuenta que el 27 por ciento de las colocaciones granarias argentinas en el exterior tienen como destino países del Lejano Oriente, y un 15 por ciento el Cercano Oriente.
Por otro lado entrarán en juego los valores de un nuevo orden político internacional. Argentina coloca unos 300 millones de dólares anuales en granos en países que pueden ser epicentro de eventuales conflictos, en particular los de Oriente Medio. El país pudo aprovechar en otras situaciones de conflicto para operar con mercados castigados por los EEUU y ahora podría hacerlo una vez más. Pero si la mano de hierro del país del norte aprieta demasiado también se corre el riesgo de perder los que están.
Barajar y dar de nuevo
Con el shock del atentado a cuestas, en la agenda del gobierno de los Estados Unidos hubo borrón y cuenta nueva. "¿Cómo le digo a los carpinteros y plomeros de mi país que tenemos que destinar parte de nuestro dinero para ayudar a los argentinos?", se había preguntado públicamente el secretario del Tesoro norteamericano Paul O`Neill antes de las explosiones y el pánico.
El gesto de no soltarle la mano al emergente latinoamericano que encaró durante la década anterior los deberes encomendados por los organismos internacionales para intentar ingresar al círculo virtuoso se verá devaluado. Ahora las prioridades están en otro lado, como quedó demostrado con la inyección de 50 mil millones de dólares por parte de la Reserva Federal para aventar los temores de iliquidez a poco más de 24 horas de los sucesos. Los Estados Unidos privilegiarán sólo a sus aliados estratégicos. Argentina ya no es la de las relaciones carnales pero permanece en el círculo más cercano, si bien pasará a estar presionada para dar muestras de fidelidad.
Algunos círculos económicos vislumbran que llegó el momento de ir hacia una alineamiento incondicional con el país del Norte, aunque a primera vista parezca un paso difícil de deglutir por la Alianza de gobierno.
Una primera señal en esa dirección quizás la haya dado el ministro Domingo Cavallo quien vociferó en duros términos contra las sucesivas devaluaciones del real. Las incipientes conversaciones en torno al "4 + 1" entre el Mercosur y los EEUU parecen tener como destino el refrigerador. La pregunta que queda flotando es si será negocio intentar un camino bilateral en circunstancias en que los EEUU se cierran para adentro y entran en un escenario recesivo.
En cuánto al flujo de inversiones no se espera nada peor que lo conocido. Los operadores internacionales apuestan que la estrategia básica del ahorrista será ir a posiciones conservadoras ("fly to safety", vuelo a lo seguro), como lo demostraron la suba de las cotizaciones del oro y los bonos norteamericanos.
A diferencia de Brasil que empezó a registrar problemas para cubrir sus necesidades no previstas de financiamiento, a la Argentina no se le acumularán nuevos inconvenientes en esta materia por una razón sencilla: el grifo ya se cerró hace varios meses y no hay flujos que aguardar. En cambio, sí se padecerá en el programa de reprogramación de la deuda que auspiciaba el FMI y el Tesoro norteamericano, ahora con otras urgencias.
La crac de las aseguradoras estadounidenses, que deberán afrontar pérdidas por más de 15.000 millones por las indemnizaciones de los atentados, preanuncian un congelamiento de las inversiones del sector, que en su gran mayoría provienen de los Estados Unidos, y otro tanto puede ocurrir en otros rubros que seguían desarrollándose a pesar de la crisis, como la industria de las telecomunicaciones.
¿Se viene el euro?
Con el shock del atentado a cuestas, en la agenda del gobierno de los Estados Unidos hubo borrón y cuenta nueva. "¿Cómo le digo a los carpinteros y plomeros de mi país que tenemos que destinar parte de nuestro dinero para ayudar a los argentinos?", se había preguntado públicamente el secretario del Tesoro norteamericano Paul O`Neill antes de las explosiones y el pánico.
El gesto de no soltarle la mano al emergente latinoamericano que encaró durante la década anterior los deberes encomendados por los organismos internacionales para intentar ingresar al círculo virtuoso se verá devaluado. Ahora las prioridades están en otro lado, como quedó demostrado con la inyección de 50 mil millones de dólares por parte de la Reserva Federal para aventar los temores de iliquidez a poco más de 24 horas de los sucesos. Los Estados Unidos privilegiarán sólo a sus aliados estratégicos. Argentina ya no es la de las relaciones carnales pero permanece en el círculo más cercano, si bien pasará a estar presionada para dar muestras de fidelidad.
Algunos círculos económicos vislumbran que llegó el momento de ir hacia una alineamiento incondicional con el país del Norte, aunque a primera vista parezca un paso difícil de deglutir por la Alianza de gobierno.
Una primera señal en esa dirección quizás la haya dado el ministro Domingo Cavallo quien vociferó en duros términos contra las sucesivas devaluaciones del real. Las incipientes conversaciones en torno al "4 + 1" entre el Mercosur y los EEUU parecen tener como destino el refrigerador. La pregunta que queda flotando es si será negocio intentar un camino bilateral en circunstancias en que los EEUU se cierran para adentro y entran en un escenario recesivo.
En cuánto al flujo de inversiones no se espera nada peor que lo conocido. Los operadores internacionales apuestan que la estrategia básica del ahorrista será ir a posiciones conservadoras ("fly to safety", vuelo a lo seguro), como lo demostraron la suba de las cotizaciones del oro y los bonos norteamericanos.
A diferencia de Brasil que empezó a registrar problemas para cubrir sus necesidades no previstas de financiamiento, a la Argentina no se le acumularán nuevos inconvenientes en esta materia por una razón sencilla: el grifo ya se cerró hace varios meses y no hay flujos que aguardar. En cambio, sí se padecerá en el programa de reprogramación de la deuda que auspiciaba el FMI y el Tesoro norteamericano, ahora con otras urgencias.
La crac de las aseguradoras estadounidenses, que deberán afrontar pérdidas por más de 15.000 millones por las indemnizaciones de los atentados, preanuncian un congelamiento de las inversiones del sector, que en su gran mayoría provienen de los Estados Unidos, y otro tanto puede ocurrir en otros rubros que seguían desarrollándose a pesar de la crisis, como la industria de las telecomunicaciones.