Las cifras de casi mil millones de dólares diarios que gastan los países desarrollados (especialmente de la Unión Europea y los Estados Unidos) en el pago de subsidios agrícolas para sostener a sus productores rurales, conmociona a cualquiera. No es para menos, con sólo algunos meses de tal monto se pagaría, por ejemplo, la totalidad de la deuda externa argentina que tantos desvelos provoca.
El dato ilustra sobre la necesidad de que el país mantenga su política contra éstas -y otras- formas de subvención y distorsión de los mercados mundiales, tal como viene haciéndolo fuertemente en la última década en todos los foros internacionales, así como actuando activamente en el Grupo Cairns, compuesto justamente por los países que no aplican subsidios a su agricultura y que justifican alrededor de un tercio de las exportaciones mundiales, del que Argentina forma parte desde su formación hace 15 años.
Sin embargo, y a pesar del logro que representó la incorporación del tema agrícola a las negociaciones multilaterales para liberalizar el comercio en 1986, cuando se inició la ronda Uruguay del por entonces Gatt, no parece demasiado lo que se alcanzó hasta ahora. De hecho, fue exactamente a causa del tema agrícola que esa ronda se prologó por 8 años, en lugar de los cuatro que eran habituales, y ahora se cumplen dos años de demora en el inicio de la nueva ronda tras el estrepitoso fracaso del intento de Seattle, en noviembre del 99.
La causa es siempre la misma: la resistencia de los principales países desarrollados a desmantelar sus estructuras de protección al comercio que, en el caso de EEUu, ascienden a alrededor de 97 mil millones de dólares anuales, para la Unión Europea se ubican en unos 142 mil millones, y para Japón en algo menos de 60 mil millones anuales, entre los más importantes.
En este contexto, y considerando que no sólo se iniciarían en un lapso relativamente breve las conversaciones en la Organización Mundial de Comercio (OMC), sino también el cuatro más uno (el Mercosur con Estados Unidos), y que todo esto daría algún nuevo impulso a la negociación con la Unión Europea, parece haber dos aspectos básicos respecto a estas negociaciones.
Por un lado, ¿tiene la Argentina elaborada una estrategia de negociación con, por lo menos, un escenario de mínima? Esto, teniendo en cuenta las escasas posibilidades reales que existen de cambios significativos en el nivel multilateral (OMC), y que en el nivel de EEUU o Europa, donde tal vez si existen algunas chances más, es obvio que Argentina y el Mercosur deben tener muy claro "qué" van a conceder a cambio de la liberalización agrícola que pretenden.
Si se abre, aunque sea parcialmente, la agricultura en cualquiera de éstos países o regiones, deberá haber una contrapartida equivalente, en importancia, para quien esté en frente. Y el país, o el gobierno, ¿están preparados para hacerlo? ¿Se sabe qué sectores o productos serán?
Nichos de mercado
Pero además, a esta altura, ¿estas negociaciones alcanzan? La respuesta, a partir de la actitud de los países "fuertes" del mundo, es "no". De hecho, los más agresivos como Japón, EEUU, Canadá o varios de los europeos, si bien mantienen importantes grupos de trabajo en las negociaciones internacionales "oficiales", simultáneamente han hecho una especialización del lobby y de la negociación comercial directa, con cada producto y en cada país que les interesa.
Los ejemplos sobran, desde los propios embajadores transformados casi en representantes de las empresas, hasta los propios empresarios que recorren permanentemente el mundo en busca de negocios o nichos donde colocar sus productos.
Lamentablemente aquí, en Argentina, si bien las declaraciones públicas siguen siendo enfáticas, los hechos muestran que las exportaciones no parecen ser, justamente, el área que desvela más a los gobernantes. No se está atacando, como prioridad, el "costo argentino", que tanto acota las posibilidades exportables del país. Se desarticuló el Promex, que era justamente el programa de promoción de exportaciones central de las pymes agroindustriales, se acaba de dejar prácticamente sin presupuesto a la Fundación ExportAr, etc..
En definitiva, ¿no está faltando un cambo de actitud, y no sólo entre los funcionarios y legisladores, sino también entre los propios empresarios y sus dirigentes?