Año CXXXIV
 Nº 49.234
Rosario,
domingo  09 de
septiembre de 2001
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Análisis: Un grotesco llamado ley de lemas
El sistema electoral santafesino vuelve a poner en estado de coma la relación entre la gente y la política

Mauricio Maronna

La ley de lemas vuelve a posarse como un grotesco sobre la provincia de Santa Fe y, específicamente, sobre Rosario. Las 54 listas, los miles de candidatos, la multiplicidad de nombres propios y de partidos se dan de bruces con la falta de propuestas, la ausencia de liderazgos alternativos, la carencia de nuevos cuadros dirigenciales y la absoluta indiferencia de los electores.
A partir del imperativo de que la crisis política se resuelve con más y mejor política, el gobernador Carlos Reutemann debería tomar nota de la situación y animarse a proponer la derogación lisa y llana de este instrumento que les sirve a muy pocos. La reforma constitucional del año próximo tendrá que ser una barrera para este insufrible sistema electoral.

Escalera al cielo
Pese a que el ex ministro de Gobierno Angel Baltuzzi es coautor de un libro en el que se propone una profunda modificación a la ley, durante su gestión, lejos de depurarse, la norma se convirtió en una escalera al cielo para los arribistas de la política y los manipuladores de cargos. Sin embargo, hay una historia poco conocida que refleja que ninguno de los partidos importantes de la provincia es inocente respecto a la vigencia del sistema. El Ejecutivo santafesino preparó un decreto pocos meses atrás poniéndole límites al absurdo: la iniciativa establecía que ninguna persona podía avalar con su firma más de un sublema, imponía el soporte magnético en las presentaciones para evitar duplicidades y fijaba la responsabilidad penal de los apoderados por las firmas que aparecían en las planillas.
"Ese decreto iba a impedir el escándalo que vivimos hoy en Santa Fe, pero el Partido Socialista Popular, la Unión Cívica Radical y el Partido Demócrata Progresista se pusieron locos. Dijeron que era un intento para evitar la conformación de la Alianza. Incluso, hicieron una reunión en la Subsecretaría de Justicia para obligar al Ejecutivo a dar marcha atrás", se justifica un ex funcionario.
"Le digo la verdad: ahora no se controla nada, cualquiera hace cualquier cosa, es imposible sostener esto", admite el calificado informante.
Una observación minuciosa de las listas a concejal permite descubrir que entre los candidatos hay ciudadanos que están presos, barrabravas y hasta un represor de la última dictadura militar que tiene pedido de arresto por parte del juez español Baltasar Garzón por violaciones a los derechos humanos.
Una mirada más frívola muestra que la política también es una presea a conseguir por deportistas, travestis, locutores y artistas. Los resultados del 14 de octubre, pese a esta irrupción, no dejarán lugar a las sorpresas: los que triunfarán serán los conocidos de siempre.
El proceso preelectoral local (abúlico, chato y poco adrenalínico) deja, sin embargo, pésimas lecciones, ya no de los que intentan hacer sus primeras armas en la política, sino de quienes ocupan cargos estratégicos. ¿Cómo se sostiene desde lo ético (nadie habla de ilegalidad) que la responsable de Salud municipal, Mónica Fein, haga campaña para llegar a una banca en el Concejo Deliberante sin renunciar a su cargo? ¿Cómo puede la candidata a senadora del Partido Justicialista, Roxana Latorre, retirar la licencia que tenía en la Cámara de Diputados a sólo un mes de las elecciones y en plena campaña electoral? \Más allá de las argumentaciones dialécticas y de visiones conspirativas contra la prensa, estos dos casos -graves por tratarse de referentes del gobernador de la provincia (Latorre) y del intendente municipal (Fein)- demuestran que para que se cumpla el latiguillo de "una nueva forma de hacer política" tendrá que correr demasiada agua bajo el puente.
Y otra perla que muestra la urgente necesidad de renovar liderazgos: Carlos Caballero Martín y María Emilia Biglieri son postulantes a senador por el PDP, pese a que ambos tienen dos años más de mandato en la Cámara de Diputados.

Los unos y los otros
La depresión económica, la casi terminal crisis dirigencial y la fobia de la gente hacia la clase política se potencian con este mix impresentable que acicatea la ley de lemas y que tiene su respuesta en la inédita tentación abstencionista que alcanza a casi la mitad de los rosarinos.
La modificación de la Carta Magna en el 2002 se convierte en un instrumento poderosísimo para que Reutemann y los políticos santafesinos más representativos no se conformen con hacer maquillaje y metan el cuchillo a fondo en la reforma política.
La continuidad en el tiempo de la ley de lemas será una ciénaga que terminará por devorarse a justos y pecadores. ¿O alguien quiere seguir con esto?



Reutemann podría proponer la derogación de la ley.
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