Año CXXXIV
 Nº 49.234
Rosario,
domingo  09 de
septiembre de 2001
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Opinión
De la Rúa no teme por su futuro

Isidoro Gilbert

Fernando de la Rúa no piensa quedar condicionado por alguna de las diversas fórmulas de unidad nacional que está en boca de líderes de partidos importantes o gobernadores que piensan que el día después de las legislativas podría producirse un terremoto que obligue a un nuevo esquema de poder.
"El presidente no se dejara controlar por nadie y nadie no son solamente sus correligionarios que especulan sobre el futuro con alas peronistas. Nadie es también el ministro de Economía", comenta alguien que conoce lo que pasa y los reflejos del primer mandatario. De hecho, el jueves denunció como "una conspiración" los proyectos que se menean sin su participación sobre gobiernos de unidad nacional. El ya hizo la convocatoria que la plasmó con el ingreso al gabinete de Domingo Cavallo y los suyos y acuerdos puntuales con el peronismo. ¿Qué otra cosa es mejor?, piensa.
El reclamo por una nueva coalición surge del último documento radical y ha sido increíble la desmentida a la idea de instalar a Eduardo Duhalde como jefe de Gabinete para darle al presidente un sustento más amplio que le permita cumplir su mandato. "Está atormentado porque cree que quieren minarle autoridad. No comprende que si no hay un cambio de política, los hechos lo condicionarán de una y otra manera", susurran en el alfonsinismo. Allí decidieron no responder al presidente; prefieren, las semanas que faltan, dedicarse a asegurar que Raúl Alfonsín sea senador nacional. Es decir, que salga segundo, que no sea humillado por el cura Luis Farinello, a quien lo ven desinflado. O por el ARI, posibilidad más remota aún, suponen.
El presidente no considera necesario cambiar el rumbo. Hasta podría continuar por un tiempo con el mismo gabinete, lo que es poco probable porque el Frepaso deberá definir si es posible convivir con él sin posibilidad para recomponer la Alianza original. De hecho hace tiempo que el presidente ha perdido la primera minoría en la Cámara baja, como se reveló cuando se discutió la ley de déficit cero; ese trance lo superó con el peronismo, que ha sido el garante de la gobernabilidad pese a sus disensos, aunque menos importantes, por ahora, que los que corroen a la coalición oficialista.

¿Todos dependen del presidente?
¿Qué puede ocurrir que sea imprevisible en la noche del 14 de octubre? Nada de fuste, creen en la Casa Rosada, aunque los votos sean de castigo, positivos o blancos y de abstención: estos dos, una cachetada para la democracia. Primero, el peronismo podría no conseguir mayoría propia, es decir 37 senadores. Así sería por un incremento de la bancada radical o aliancista, según el distrito, por renovarse la totalidad de la Cámara alta y aún con una votación desteñida. Es en la baja donde el oficialismo perderá ser primera minoría. Tampoco es seguro que el peronismo consiga quórum propio: habrá nuevos actores, por derecha, centro izquierda y acaso de izquierda, que llevarán a los dos bloques principales a hurgar consensos y el presidente estará en el centro, elucubran en Olivos.
"Hacer la plancha ha sido siempre la virtud de Fernando", sostienen malignos y realistas los radicales que han estado a su lado desde siempre. Parado quedaría la noche del 14 con los resultados a la vista. Sabe que los defensores de su administración son escasos. O están entrelazados en las listas de candidatos en varios distritos donde las cabezas pugnan por exhibirse fuertemente críticos, y no solamente por conveniencia electoral. Por eso pudo recomendar que se vote Alianza en octubre, aunque hombres como Raúl Alfonsín y Rodolfo Terragno propugnen cambios de rumbo económico y de estilo para gobernar.
Aunque a Cavallo le dio más poderes, como el control de la DGI y Aduana y peso en Ansés y Pami, no le otorgó el comercio exterior y le sacó presencia en la jefatura de Gabinete. Como en su momento con José Luis Machinea, De la Rúa desconfía de su ministro de Economía. El consejo del canciller Adalberto Rodríguez Giavarini ha diluido por ahora una reyerta. Y además Cavallo se alinea en la táctica presidencial de separar a Alfonsín de los que tienen el discurso más crítico, llámese Terragno, Federico Storani o Leopoldo Moreau. "Huyeron como ratas", les espetó Cavallo a los dos primeros al tiempo que abuenaba su opinión sobre el presidente, sin que lo retaran desde el Ejecutivo. Al contrario, el presidente reivindicó a su economista: "Lo llamé yo". Sacudió así el objetivo de la dirigencia radical: cambiarlo después de los comicios en el marco de un gran acuerdo, ahora en hibernación. Pero De la Rúa constata heridas en la intimidad del ministro: perdió en meses la mitad de su bancada nacional y la porteña y su candidato preferido debió pactar con el menemismo. Peor aún: debilitó sus lazos con EEUU donde desconfían si no tiene preferidos para reestructurar la deuda. Y no se anticipó a los cambios en los EEUU en este asunto o los de Europa sobre el impuesto Tobin (para contener la especulación financiera). Su suerte está atada a la del presidente.
Y a la supervivencia de su programa de déficit cero, una tarea titánica. Si la tasa de riesgo país no cayó pese al acuerdo con el FMI se debe a que los mercados siguen dudando de la capacidad del gobierno para cumplir con ese objetivo. Los operadores están informados de las turbulencias del último bimestre del año: deben pagarse letras por 1.300 millones de pesos. No lo toma distraído al ministro: "está ahorrando desde agosto para que le falte lo menos posible y pueda evitar un disgusto", comentan donde siguen de cerca los números. Pero además se viene el medio aguinaldo y aunque el presidente no diera crédito a las versiones sobre su suspensión este año, u otra idea para no pagarlo en su totalidad, parece una medida inevitable. Lo más grueso es, con todo, el recorte de las provincias resistido por los gobernadores. Al menos, hasta las elecciones levantarán la bandera del cumplimiento del Pacto Federal. No en vano Cavallo fue a la Suprema Corte a pedir que se aborten la escalada de pronunciamientos de los tribunales contra el recorte de salarios y jubilaciones y a dejar clavada la pica en Flandes: que se rechacen los recursos de gobernadores para que el gobierno cumpla la palabra empeñada. La Corte, creen en el gobierno, acompañara la política oficial, otro dato que lo hace pensar que la gobernabilidad no está en peligro.
Siempre que el default tan temido no explote. Las chances son menores que semanas atrás, pero no han sido disipadas. Razones son varias: qué idea se impondrá en los EEUU sobre el futuro de la Argentina. Los ministros que tienen información -no ocurre con todos- conocen que alguna de las hipótesis de trabajo para recomponer la deuda pública incluyen el default como principio para instrumentar un programa que baje el monto de intereses a abonar por la Argentina, y que recupere su capacidad productiva.
No es la más probable, aunque la haya propuesto Alan Meltzer, un influyente republicano en el despacho del titular del Tesoro, Paul O'Neill. De todas maneras, no se espera un compromiso directo del Tesoro: necesitaría una ley del Congreso. ¿Serían garantes el FMI o el Banco Mundial de bancos que se harían cargo de la recompra de los bonos y en que cantidad? Si hoy se materializase, el valor promedio es el 40%. En toda especulación está en el centro el cero absoluto para el déficit y tal vez otras garantías que tampoco están muy claras todavía.
Cavallo apuesta a conseguir de los acreedores plazos de pagos con menos intereses a cambio de seguridad, o sea, hipotecar la recaudación fiscal. La filosofía del ministro la explica su mano derecha, el candidato a senador Horacio Liendo; proceder como Nicolás Avellaneda sobre la base del sudor y la sangre de los argentinos. De cualquier manera, no habrá una idea definida en lo que resta del año, a la espera de la suerte del programa de tanta dureza.

El regreso de Chacho
Un escenario con presidenciales antes de tiempo está en el pensamiento más recóndito de peronistas y radicales. Y de Elisa Carrió. La mujer entra en los análisis de los dos grandes partidos, en lo que queda del Frepaso y en informes diplomáticos. Todo depende de la performance de su partido, el ARI, en octubre. "Si es importante, algunas ideas como pacto de gobernabilidad por una década con candidatura peronista y apoyo radical, se desvanecerá: sería darle a Carrió el dominio de la oposición", comenta alguien del PJ. Carlos Chacho Alvarez supone lo mismo y no está apurado en que ella llegue a la instancia más alta del poder. "Necesita construir una fuerza y consensos nuevos", piensa mientras revisa sus propias fallas pasadas. Ha decidido por ahora apoyarla básicamente por su tarea en la comisión de lavado de dinero aunque cree que erró al no ser ella la pretendiente a una banca por el distrito porteño. Como Max Weber, supone que "el carisma no se delega". El desafío es lograr que la fórmula porteña que respalda Carrió supere a la Alianza, tarea no sencilla. Y un buen desempeño en otros distritos como Chaco y la provincia de Buenos Aires.
El ex jefe del Frepaso le da algunos consejos en lo escasos encuentros, o por intermedio de su esposa, Liliana Chiernajovsky: no dispersarse, concentrarse en el distrito porteño y sus alrededores; si no hace una gran elección aquí, su aura puede comenzar a esfumarse, dicen que le dijo. Carrió lo escucha y está enfadada con el liderazgo del socialismo democrático porque impugnó como candidata a esa dama. "Estaba dispuesta a ir sin los socialistas y tenía en la mano un partido con personería. Pero (Alfredo) Bravo se descompuso en el tironeo y cedió por susto", cuentan los que saben de esa interna, ahora amortiguada, pero no sofocada. Alvarez cree que el ARI cometería un grave error si sigue repitiendo los pasos primeros que dio el Frente Grande. No cree que sean decisivos los movimientos sociales, donde Carrió supone que acumulará: "necesita del respaldo de independientes respetados por la sociedad", comenta en mesa de café, que no es "Varela Varelita" su escritorio en este retorno de bajo perfil. Tiene además otras diferencias, como cual es el estado de ánimo de la sociedad para seguirla con entusiasmo.
De todas maneras, entiende que por Carrió pasa la posibilidad de recrear una alternativa política a pesar de los defectos de construcción actual y que de ganar Terragno le daría aire al radicalismo como lo concibe Alfonsín, con quien no quiere volver a transitar el futuro.
En el Frepaso le pedirán que renuncie. Así se decidió en un encuentro de cuadros del Frente Grande, en la noche del jueves, aunque de ella no participaron los referentes más evidentes, Aníbal Ibarra, Juan Pablo Cafiero o Darío Alessandro. "Fueron sus representantes, pero ello no invalida que es nuestra decisión de mantener identidad propia. Nuestras dificultades no se resuelven subsumiéndonos en una nueva agrupación", contó un presente. Un Congreso, que se haría después del comicio, blanqueará la situación.
Con todo Chacho sigue manteniendo diálogo con Cafiero pero casi nada con Ibarra y Alessandro. Ya lo dijo: la Alianza se agotó. El progresismo buscaría junto a Carrió su futuro. Si es que el 14 de octubre el fenómeno no decepciona en las urnas. Hay altares levantados para que así ocurra.



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