Año CXXXIV
 Nº 49.234
Rosario,
domingo  09 de
septiembre de 2001
Min 6º
Máx 18º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






El viaje del lector: Piamonte

Gracias a los hermanamientos realizados entre los pueblos del Piamonte, en Italia, y los de la región del centro oeste santafesino y parte de Córdoba, pudimos reencontrarnos con nuestras raíces. La mayoría de los pueblos ubicados en el territorio santafesino y cordobés surgieron a fines del siglo XIX, cuando la inmigración europea vino a estas tierras. Esta amplia zona, hoy agrícola ganadera, se pobló en su mayoría por italianos, casi todos provenientes del Piamonte. Es muy común encontrar en los documentos de aquellos inmigrantes la palabra "contadino" (agricultor).
Así fue como a la vera de los ferrocarriles fueron creciendo los pueblos y nuestros antepasados dieron impulso con su tesonero trabajo, a lo que se llegó a llamar "El granero del mundo".
Comenzó así a crecer en mí el deseo de visitar la tierra de mis cuatro abuelos. Envié cartas relatando mis vivencias infantiles en la casa de campo de mis nonos piamonteses donde nací y me crié, y mis sentimientos por aquella región. Pude así armar una nutrida documentación de mis antepasados que cada iglesia y comuna me envió.
Con la alegría desbordando nuestros corazones, se nos dio la oportunidad de conocer aquellas tierras tan caras a nuestros sentimientos. Así fue como partimos, junto a algunos integrantes de la comuna, un grupo de más de veinte habitantes de Cañada Rosquín, -todos descendientes de piamonteses-, hacia Vigone, pueblo milenario hermanado con el nuestro.
En Vigone nos recibieron como hermanos, nos brindaron amistad, miles de atenciones y realmente nos hicieron sentir verdaderos hijos de sus compatriotas. Todo fue emoción, alegría. Escuchar palabras clásicas del dialecto piamontés, canciones que cantaban nuestros nonos, dichos y gestos que muchos de nosotros no compartíamos desde hace décadas, nos hizo volver a revivir nuestra infancia. Todo era tan piamontés como la típica "bagna cauda" que nos legaron y que aún saboreamos en la mesa familiar.
Nos llevaron a conocer la región y cada pueblo vecino a Vigone tenía para mí una importancia invalorable. Cada uno de ellos era el pueblo natal de alguno de mis bisabuelos o abuelos. Cercenasco, Scarnafiggi, Piosasco, Cavallermaggiore, Sommariva del Bosco. Grande fue mi sorpresa al descubrir un pueblo con mi apellido. Veíamos por doquier escrito los apellidos comunes a nosotros y la gente parecida a la de nuestra región. Observamos los campos donde hace más de cien años trabajaban nuestros abuelos, cubiertos en el momento de nuestra visita con sembrados de maíz cargados con grandes mazorcas y toda esa pintoresca campiña piamontesa coronada a lo lejos por la belleza de los Alpes.
Fuimos al hermoso valle de Aosta, cercano a los Alpes y entre algarabía, miedo y chistes, subimos en funicular el Monte Blanco, lugar compartido por Italia, Francia y Suiza. El espectáculo es imponente. Tuvimos la suerte de visitarlo cuando comenzaban las primeras nevadas de otoño. La nieve petrificada de los glaciares y los pinos cubiertos de una fina capa de blancura, ofrecían un paisaje espectacular. Jugamos como niños en la nieve ("fioca", en piamontés). Blanca y suave, todo lo cubría y mojaba nuestros rostros cual frías chispitas.
Visitamos también Torino, capital del Piamonte, hermosa ciudad que nuestros abuelos nombraban con nostalgia y que estaba incluida en las canciones que nos cantaban en la niñez. También subimos las interminables escaleras de la Sacra di San Michele, toda construida con piedra y donde están sepultados muchos miembros de la Casa de Saboya. Conocimos Pinerolo, con su gran feria popular de los sábados, donde se venden todos los productos de la región.
Y luego Villa Franca, Bagnolo y la Virgen de las Nieves en la cima del monte Montoso, Salusso, Marene, None, donde tan cariñosamente nos atendieron en el hotel donde nos alojamos.
Gran emoción sentí al entrar a la iglesia de Vigone con motivo de la celebración de las fiestas patronales y encontrar al sacerdote esperándome para entregarme la fe de bautismo de mi bisabuela paterna, nacida allí.
Esa misma tarde nos vino a buscar un señor de Sommariva del Bosco, pueblo donde nació mi abuela paterna y vecina de la abuela de otras dos amigas que me acompañaban. Este señor había interpretado mis sentimientos expresados en la carta que envié a la iglesia meses antes. Desde aquel momento se propuso conseguir todos los datos que estuvieran a su alcance para que en mi visita pudiera realmente reencontrarme con mis raíces.
Fue una tarde inolvidable. Además de entregarme una carpeta con documentación que durante muchas noches buscó en los archivos de la parroquia, comenzamos un periplo, que en pocas horas, nos hizo conocer lugares que nunca hubiéramos podido descubrir sin su ayuda. Nos llevó a la tumba de mis bisabuelos paternos en Cavallermaggiore, que luego de una intensa búsqueda acompañado por su esposa, pudo ubicar. Luego la casa que perteneció a la familia de mi nona María Bertolino, en cuyo patio trasero se halla intacta la construcción como cuando ellos la habitaron en el siglo XIX. Grande fue la alegría al conocer a sus habitantes, cuyo apellido sigue siendo el mismo de mi abuela.
Vimos la casa donde fallecieron mis bisabuelos, luego de regresar de Argentina, donde dejaron a sus hijos. Visitamos un campo cercano, con un grupo de casas todas iguales, de dos pisos y techo de tejas, junto a una pequeña iglesia, todo muy antiguo, llamado Manica, lugar donde tenían sus campos mis antepasados y donde vivía la familia paterna y materna de mi abuela y la de mis dos compañeras de viaje.
En Sommariva del Bosco visitamos la iglesia donde fueron bautizadas nuestras abuelas. Demás está decir que al llegar al pueblo de mi abuela, que ella vio por última vez hace más de cien años y que por primera vez una descendiente lo visitaba, mis ojos se llenaron de lágrimas.
Para culminar con su hospitalidad este amable señor nos llevó a su casa donde la esposa e hijos nos esperaban con torta, café y refrescos. Es imposible agradecer tantas sorpresas recibidas. Nuestros sentimientos rebosaban. Durante los cinco días que permanecimos en el Piamonte, tanto se brindó la gente, que nos hicieron sentir tan piamonteses como el Po.
En casi todos los pueblos hay antiguos castillos que los hacen más pintorescos e iglesias vetustas con bellos frescos en sus techos y paredes. La despedida fue emotiva. Dejábamos allí parte de nuestro corazón.
Continuamos nuestro viaje visitando Milán, con su importante duomo. Luego comenzó para mí un recorrido ya conocido con anterioridad, pero no por ello menos atractivo.
Paseamos en lancha por el lago di Guarda; visitamos Verona, ciudad de Romeo y Julieta; disfrutamos de la pintoresca Venecia, pasamos por Padua y el hermoso santuario de San Antonio; llegamos a la artística y culta Florencia. Luego Asís, donde todo hace que uno se sienta transportado al medioevo y llegamos a la eterna Roma. Vaticano y Coliseo, plaza España, El Panteón, Las Catacumbas, Fontana de Trevi, El Palatino, San Pietro in Vincoli y mucho más. Un día en Nápoles, Pompeya y Capri con su impactante gruta Azul. Nuevamente Roma y el regreso a Argentina. Con el alma henchida de tanta Italia, regresamos a casa.
Valga este sentimental viaje como homenaje a todos aquellos inmigrantes que, dejando sus afectos allá lejos, vinieron a hacer grandes estas tierras.
Elsa María Viotto



La Sacra Di San Michele, toda construida en piedra.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
¿Cómo participar?
Diario La Capital todos los derechos reservados