Año CXXXIV
 Nº 49.234
Rosario,
domingo  09 de
septiembre de 2001
Min 6º
Máx 18º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





La hoy licenciada obtuvo el mejor promedio de su carrera y de toda la UNR
Celina Beltrán : "No sé si los profesores y alumnos valoran las facultades que tenemos"
La joven finalizó sus estudios con 9,79, además tiene una beba de casi dos años y en unos días tendrá otra hija

Isolda Baraldi

"No sé si hay muchas ciudades en Estados Unidos donde se pueda estudiar gratuitamente, con una biblioteca infernal y acceso a computadoras. No sé si todos valoran las facultades que tenemos". Sin estridencias, la aseveración sale de boca de Celina Beltrán, dueña del mejor promedio, 9,79, de toda la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Celina estudió Estadística en la Facultad de Ciencias Económicas y ahora está cursando el segundo año de una maestría. Pero eso no es todo. No sólo obtuvo cinco nueves en toda la carrera, sino que cuando comenzó quinto año se casó, terminó de cursar y ya embarazada logró hacer su tesis, que rindió a la semana siguiente de tener a su hija, Dolores. Dos meses después ganó una beca por un año y ahora está cursando el segundo año de una maestría y transitando el noveno mes de su segundo embarazo. El orden, la organización y el tesón parecen ser las claves del éxito de la joven.
Celina ofrece café en el pequeño comedor de su casa, donde conviven en armonía y orden juguetes de peluche, mamaderas y computadoras. Nada hace pensar en la febril actividad que la joven de 30 años ha desarrollado en los últimos siete años. Es defensora incondicional de la universidad pública. "Aunque admito que hay algunas falencias, valoro muchísimo la formación académica que recibí", destaca.
La difícil situación social no es ajena a su familia. El marido de Celina es médico, trabaja de lunes a viernes 12 horas y los fines de semana hace guardias en sanatorios de la zona. Mientras tanto, ella da clases en un secundario y hace trabajos estadísticos por encargo desde su casa.
A pesar de que su formación en las ciencias exactas la marcaba para proyectar ordenadamente su vida, ella confió que aprendió a sobrellevar la inseguridad y la falta de certezas en el país. "Si me preocupo por lo de hoy y también por lo que vendrá, me preocupo dos veces y no se puede. No quiero transmitirle a mi hija y a mi marido malas ondas", afirma, para agregar: "Soy optimista y trato de valorar las cosas que tengo".
La filosofía que defiende no es una novedad, pero tampoco aparece fácil de sostener cuando la realidad aprieta. "A veces me parece que me bombardean con cosas y me siento en el abismo, pero no quiero sentirme así aunque no sé qué pasará el mes próximo", asegura. Y enumera las obligaciones económicas mínimas que debe afrontar junto a su marido.
Durante el secundario, que comenzó en el Instituto Superior Politécnico, fue una excelente atleta. El intenso entrenamiento hizo que en cuarto año se cambiara a otra escuela que le permitiera mayor disponibilidad horaria.
Luego se fue a vivir sola y comenzó a trabajar; primero en una farmacia y luego en la pizzería de un tío, y continuó haciendo mucho deporte.
"De pronto me di cuenta de que si no estudiaba no iba a ser nada", recuerda. En ese entonces sus padres la podían bancar, por lo que volvió a su casa y comenzó a estudiar sin pausa. "Los primeros cuatro años no trabajé nada, dejé el deporte y lo único que hice fue estudiar", recuerda. El compromiso tomado con sus padres hizo que no se atrasara "ni un mes" en el tránsito por la carrera.

Años difíciles
Además, reconoce que durante los primeros años de estudio no es fácil trabajar porque hay mucha actividad en distintos horarios. Ya cuando comenzaba quinto se casó y comenzó a hacer algunos trabajos desde su casa, aparte de dar clases.
Para tener una idea de la actividad que desarrolla la joven, baste decir que a la semana de tener a su hijita rindió la tesis y se recibió. Por esos días también entregó algunos trabajos y a los dos meses ganó una beca. Su hermano y su madre debieron cuidarle la beba durante la mañana para que ella pudiera cumplir con el cronograma de su beca.
"Que mi hija se quedara con mi hermano fue como si estuviera conmigo, nunca voy a terminar de agradecerle", destaca.

Incertidumbre y deseos
El máximo deseo de Celina es trabajar en la facultad, aunque sabe que los salarios docentes son bajos. "No quiero desvincularme, yo valoro mucho mi formación académica y además ese es el lugar donde seguir investigando y estudiando", comenta. Sin embargo, por ahora esa posibilidad no está planteada.
"La verdad, no sé cuál es mi futuro, antes me preocupaba por saber lo que iba a pasar, pero últimamente cuando se acaba una cosa aparece otra y lo voy sobrellevando así", insiste.
La ayuda de su madre es invalorable. "Como todas las parejas jóvenes, ni mi hermano ni yo logramos arrancar, y eso que trabajamos muchísimo. Me siento respaldada por mi mamá", explica, y agrega: "Lamentablemente, creo que hoy en día los padres no se pueden desligar totalmente de los hijos porque nos cuesta mucho poder ser totalmente independientes".
Mientras tanto, Celina aprovecha las tres horas de jardín al que acude su nena por la mañana para realizar las tareas del hogar y sus otros trabajitos. Por la noche, una vez que su hijita se durmió, también se hace un espacio para estudiar. Cuando da clases, al anochecer, su marido se encarga de la nena y cuando cursa la maestría se pone en marcha una red solidaria familiar y de amigos para que no falte a clases. "La nena se portó y se porta bien, pensé que me iba a abatatar, pero la verdad es que pude organizarse bien", remata con una sonrisa.



Celina, embarazada, no deja de estudiar todas las noches.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
Miedo a la extranjería
Diario La Capital todos los derechos reservados