Año CXXXIV
 Nº 49.234
Rosario,
domingo  09 de
septiembre de 2001
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El elegido de la semana
Por las bateas. "A Funk Odyssey"-Jamiroquai
En su nuevo álbum, el grupo sólo explota la epidermis de su vieja receta

Carolina Taffoni

"Crea una moda y siempre estarás condenado a ella", dijo alguna vez Andy Warhol. Y para confirmarlo habría que preguntárselo a Jamiroquai. Hubo un tiempo en que el funk fue hermoso y estuvo de moda de verdad. La movida incluía las series de los años 70, la revalorización de la música disco, el cine de Tarantino y la fascinación por los James Brown, los Barry White y los Curtis Mayfield.
Jamiroquai, y sobre todo su líder, Jason Kay (JK), el chico de los extravagantes sombreros, se convirtieron en la cara más visible y rentable de esa cultura. Jason siempre demostró ser todo un profesional en lo suyo, pero nunca hizo mucho para convencer de que podía ser más que un brillante ladrón de guante blanco de la rica historia del soul y el funk.
Ahora, con su quinto álbum, y a ocho años de su disco debut, JK vuelve a dejar en claro que no está dispuesto a cambiar de disc jockey en la fiesta retro, con la diferencia de que ya no suena tan cool ni seguro de su propio camino como entonces. Más que retro, ahora suena a pasado de moda, como descolocado y fuera de tiempo.
En "A Funk Odyssey" la banda repite las mismas mañas y el mismo profesionalismo en un disco blando, que sólo explota la epidermis del funk con recetas archiconocidas. El primer tema, "Feel So Good", intenta recrear una especie de himno funky disco bailable y lo consigue sólo a medias. La canción seguramente funcionará en la pista, pero en su conclusión no es más que un James Brown mal reciclado para el nuevo milenio.
"Little L" es un buen single, un funk ultraespacial con un estribillo pegadizo que habla sobre el final de una relación (probablemente la de Jason Kay con la supermodelo Denise Van Outen). Lo que sigue no está a su altura. "Love Foolosophy" es un funky por demás de vulgar; "You Give Me Something" se mantiene sobre un loop machacón, con coros a lo pop chicle de los 70, y "Main Vein" recupera el grand funk orquestado, con un pulso bailable. "Twenty Zero One" es nada más que un experimento fallido, una reflexión sobre el estado de las cosas en el 2001, con la voz deformada por un vocoder sobre un ritmo sintético y maniático.
Sólo "Stop Don't Panic" se separa del resto, con una enérgica combinación de funk y rock de máquinas. El ritmo es simplemente irresistible y la voz de JK brilla como en pocas canciones (uno de los pifies de este disco es que esa voz, que a veces recuerda a la de Stevie Wonder, está desaprovechada).
Los lentos se reservan un lugar preponderante. "Corner Of The Earth" es una balada ampulosa, entre el lounge y la bossa, con coros angelicales y arreglos de vientos y cuerdas de las bandas de sonido de los 70. Ahí JK vuelve sobre uno de sus tópicos preferidos, la ecología, y canta sobre los árboles, los pájaros y los girasoles. "Black Crow" es otra balada ecológica, una canción edulcorada pero sin exageraciones. "Picture Of My Life" también late en el pulso de la bossa nova, tiene intenciones de intimista, y está salvada por la voz de Jason.
Con muchas ganas de divertirse, y entre algún que otro bostezo, "A Funk Oddysey" se puede disfrutar lo mismo. Pero su música es la apagada banda de sonido para cuando todos se están yendo de la fiesta funky, están descolgando la bola de espejos, se sacan las pelucas afro, y se van con la música a otra parte.
Cal: 2 estrellas.



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