Susana Merlo
Mientras la ciudadanía asiste sorprendida a la nueva versión "artística" de la política y, como si fuera el gigantesco ojo de Gran Hermano -o, mejor aún, la parodia de Gran Cuñado-, observa la evolución de tanto actor, actriz, cantante, compositor y demás yerbas, no necesariamente calificados para el nuevo rol, en el país siguen demorándose decisiones fundamentales para poder poner la economía en marcha de nuevo. Pareciera que lo único que ocurre es lo que se escucha en las radios, se lee en los diarios y revistas de actualidad, o se ve en televisión donde, por su parte, la casi exclusividad se la levanlos avatares circunstanciales de los cambios de bando. ¿Dónde habrán quedado aquellas campañas en las que el eje de la discusión y los debates eran las plataformas políticas y los proyectos legislativos? Ahora sólo parece importar si Fulanito se paso a la lista de Menganito, o si Perenganito pegó un abrupto giro y se alió nuevamente con Fulanito. De las cuestiones de fondo, ni hablar. Los "para qué" quieren el poder unos u otros ni se mencionan y, mucho menos, el "como" -racionalmente- se pretenden encarar los problemas que existen. En el campo se mira todo esto con cierta indiferencia, propia de quienes no pueden perder tiempo con lo superfluo o circunstancial, ya que deben "producir" y, aunque tienen toda la decisión de hacerlo, enfrentan limitantes casi insoslayables. En ese sentido, las aparentes contradicciones están a la orden del día. Y, el hecho de que el campo y su sector agroindustrial sea, prácticamente, casi el único que mantiene cierto movimiento, pasa a ser un tema significativo. De ahí que no pueda extrañar la presencia de tanto funcionario (incluídos gobernadores), dirigentes o aspirantes a cualquiera de estas alternativas, en cuanto acto se hace en el sector, desde la más mínima asamblea, hasta los megaencuentros como las exposiciones dinámicas, ni la mención permanente que el campo ha alcanzado en todas estas tribunas. Todos quieren aparecer donde hay algo para mostrar. Obviamente, con las "declamaciones" no alcanza. Faltan los hechos, y es ahí, justamente, donde comienzan a aparecer las contradicciones: "Del dicho a hecho..." Y, a riesgo de ser reiterativo, es necesario insistir en que, en un país como la Argentina, para poner la economía en funcionamiento (y poder recaudar impuestos), es imprescindible producir y, para lograrlo, se requieren algunas condiciones mínimas: tasas de interés acordes con los esquemas productivos, estabilidad jurídica y política par atraer inversiones, tanto locales com externas, y una política impositiva que no expolie a algunos y exima sin castigo a otros. De no darse al menos estas condiciones, es imposible pensar en esquemas productivos estables o sostenidos en el tiempo, aunque en el caso del campo se siga produciendo y hasta batiendo récords en algunos rubros. Pero "no todo es soja" en el campo, ni el sector agropecuario se debe limitar a los commodities, ya que su potencial excede holgadamente eta posibilidad. Se habla de desocupación, pero cada día se pierden cantidad de empresas, especialmente chicas y medianas, debido a que no pueden seguir produciendo. Se calcula que, entre las bajas, más de 100 mil pertenecen al campo, según un relevamiento de lo ocurrido en la última década. Y, si bien es cierto que varias de ellas no eran viables (por escala, falta de management, etc), lo preocupante es que no fueron sustituidas por otras, en rubros afines o de servicios, lo que indica claramente el achicamiento del sector, más allá del aumento productivo de algún rubro. Por eso, entre otras cosas, el campo es "indiferente", trata de seguir en lo suyo como puede y, lamentablemente, parece haber perdido toda expectativa sobre los dirigentes, sean estos políticos o empresarios.
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