Durban. - La decisión estadounidense e israelí de retirarse de la III Conferencia Mundial contra el Racismo cuenta con antecedentes. En el pasado, hubo dos conferencias mundiales contra el racismo que se realizaron en la ciudad suiza de Ginebra, a las que no concurrieron Israel ni Estados Unidos.
La primera Conferencia, en 1978, terminó chocando contra posiciones irreductibles en torno a Israel y Sudáfrica. Una mayoría compuesta por Estados árabes, africanos y comunistas impuso una declaración que condenaba el "sionismo israelí y el apartheid sudafricano", entonces aún vigente, lo que llevó a los nueve países que en ese momento integraban la Comunidad Europea (CE) así como a Noruega, Canadá, Australia y Nueva Zelanda a abandonar las deliberaciones. Estados Unidos, Israel y Sudáfrica ni siquiera habían concurrido.
La resolución de 1975
La piedra del escándalo fue un pasaje en el que se responsabilizaba a Israel por "la discriminación racial de los palestinos". La referencia a la resolución 3379 de las Naciones Unidas de 1975, propuesta originalmente por los países árabes, que significaba la equiparación de sionismo y racismo, fue finalmente descartada, pero la CE consideró de todos modos inaceptable la formulación adoptada.
En la sesión plenaria de clausura de la I Conferencia fue aprobada la declaración en esos términos por 88 de las 130 delegaciones participantes de la reunión. Como medidas contra el racismo se recomendaron sanciones económicas y un embargo petrolero contra Sudáfrica, así como la condena de la cooperación de empresas multinacionales con regímenes racistas. El apartheid fue caracterizado como "la forma extrema del racismo institucionalizado".
Sudáfrica e Israel fueron también el eje de la polémica en la II Conferencia Mundial contra el Racismo, en agosto de 1983.
La declaración final de la II Conferencia subrayaba que el racismo y la discriminación racial eran flagelos permanentes que había que erradicar en todo el mundo. Además se hizo hincapié en la doble discriminación padecida con frecuencia por las mujeres, por su pertenencia étnica y por su género. También se expuso la necesidad de proteger los derechos de refugiados, inmigrantes y trabajadores migratorios. Muchos países occidentales votaron contra la declaración final o se abstuvieron. Israel y Estados Unidos volvieron a permanecer ausentes.