Durban y Washington. - El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, ordenó "con amargura" a la delegación de Estados Unidos que abandone la conferencia sobre racismo de Durban, afirmó el alto funcionario en una declaración difundida en Washington. Con el mismo tono y casi simultáneamente, su par israelí, Shimon Peres, también anunció la salida de Durban de la delegación israelí. Sudáfrica, país anfitrión, "deploró" la doble partida, que dejó a la conferencia de la ONU sobre racismo a un paso del fracaso.
"Di instrucciones a nuestros representantes en la conferencia mundial contra el racismo de volver a casa. Tomé esta decisión con amargura, porque la lucha internacional contra el racismo es importante y porque la conferencia hubiera podido contribuir", declaró Powell. "Sin embargo -agregó- me di cuenta de que eso no sería posible. Sé que no se combate el racismo con conferencias que producen declaraciones en un lenguaje que induce al odio, algunas de las cuales son un regreso a los días en que «sionismo es igual a racismo» o apoyan la idea de que se habla demasiado del Holocausto, o sugieren que en Israel existe el apartheid, o apuntan el dedo contra una sola nación en todo el mundo, Israel, para censurarla y atacarla".
El ministro de Exteriores israelí, Shimon Peres, habló del "espectáculo realmente extraño de Durban" y agregó que "una importante conferencia que debería defender los derechos humanos se convirtió en una fuente de odio".
Fracasó, por lo tanto, el intento de Noruega de mediar entre Israel y los países árabes y musulmanes. El objeto de la polémica fue el texto de la declaración final de la cumbre, considerada ofensiva por Israel.
El texto de la discordia
El texto no cita oficialmente a Israel, pero afirma que una ocupación extranjera basada en asentamientos, en la discriminación racial y el bloqueo militar constituye "una seria violación a los derechos humanos internacionales, un nuevo tipo de apartheid, un crimen contra la humanidad y una seria amenaza a la paz y la seguridad internacionales". La posición de los países árabes es que la frase es genérica y debe quedar porque no se refiere a Israel en particular.
Israel, en cambio, con el apoyo de Estados Unidos, Australia y Canadá, pedía que fuera quitada del texto final. La declaración más controvertida, que equiparaba sionismo y apartheid, ya había sido eliminada del proyecto de declaración justamente después de las protestas de Estados Unidos e Israel.
Ayer el líder de la delegación israelí en Durban, Mordechai Yedid, dijo que "es muy irónico que una conferencia lanzada para combatir el horror del racismo produzca la declaración más racista jamás hecha en una organización internacional desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial".
La cuestión palestina es un problema político, dijo, que no tiene nada que ver con el racismo. Yedid había concluido su discurso con un llamado a todas las delegaciones a "dejar de lado las palabras de odio" y no permitir que "un odio ciego y venal por los judíos" transformara la Conferencia en una "farsa".
Más tragedia que farsa, la Conferencia de la ONU sobre el racismo parece destinada al fracaso. Un fracaso anunciado, dicen muchos, dado que justamente las polémicas sobre el lenguaje ofensivo usado contra Israel habían convencido al secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, de boicotear la Conferencia en protesta contra el tono antisemita del boceto de declaración final. Tanto Israel como Estados Unidos habían terminado por mandar delegaciones reducidas y de segundo nivel.
Por su parte el ministro sudafricano para los asuntos presidenciales, Essop Pahad, consideró "deplorable y no necesaria" la decisión de la delegación norteamericana de abandonar la conferencia. "La Conferencia seguirá con el mismo espíritu con que nació y se desarrolló hasta hoy: se trata de un crisol que trata de fundir diversas perspectivas", explicó Pahad.