Firmat. -En el barrio Fredricksson de esta ciudad la cocina comunitaria prepara todos los días almuerzos para grupos familiares al costo de un peso o su equivalente en ingredientes. Más allá del precio, este ingenioso método de ayuda solidaria para carenciados y desocupados tiene otras valoraciones, ya que representa una salida para aquellos que atraviesan una angustiante situación económica porque los interesados pueden acceder a ese mínimo monto a través de la venta de verduras que se les provee en el lugar.
También, tiene como objetivo principal preservar la mesa familiar porque las porciones necesarias son retiradas para ser consumidas en la propia cada uno, evitando la dispersión de padres e hijos que deberían peregrinar por distintas instituciones para alimentarse, además de mantener la dignidad de los beneficiarios porque realizan una tarea que les permite obtener una remuneración con la que pueden pagar lo que consumen.
Para la mayor parte de los casos la comida a la que contribuyen con un peso es el plato fuerte del día; para los chicos también está el comedor de la escuela del barrio. Además, pueden llevarse un pan casero elaborado en el horno del lugar, pero a cambio deben vender otro para que el proceso pueda continuar. Las actividades comienzan temprano y están a cargo de Olga y Liliana, quienes explicaron que tratan de preparar comidas económicas y rendidoras.
A las ocho de la mañana comienzan los preparativos, ya que a las nueve todas las familias que luego retirarán el alimento tienen que traer los ingredientes. A las 11.30 un aroma inconfundible se encarga de avisar que todo está listo para que cada familia pase a buscar sus respectivas porciones.
Ataviadas con gorro y delantal blancos, las mujeres dedican toda la mañana a pelar papas, picar verduras y trozar carne, para elaborar el menú que incluye guisos, pucheros, polenta y milanesas con puré. La carne la provee la Municipalidad junto a artículos de limpieza y algún otro elemento que falte.
El precio de apenas un peso o su equivalencia en ingredientes es un cálculo que figura en una lista. A modo de ejemplo, por ese valor se puede optar entre: cuatro kilos de papa, tres latas de arvejas, dos kilos de cebollas, tres paquetes de fideos guiseros, 12 huevos o un litro de aceite, entre otros items allí señalados.
Cada día, Olga y Liliana organizan los ingredientes que cada uno traerá a la mañana siguiente. A través de las 16 familias que retiran la comida, el ingenioso recurso permite alimentar diariamente a 82 personas. Las que llegan a buscar el alimento suelen ser las mujeres cuyos núcleos familiares no bajan de cuatro o cinco hijos, con padres desocupados. La limpieza del lugar también está prevista y la realizan en turno rotativo quienes retiran los alimentos.
"La gente está muy conforme porque por lo menos al mediodía comen bien", explicaron las cocineras, que a veces suelen ir por la tarde para adelantar el trabajo y también tienen a sus sus esposos desempleados.
Ponedoras y lechugas
Además de comenzar a elaborar pan casero para completar la comida diaria, el proyecto de cocina comunitaria ya cuenta con gallinas ponedoras y una huerta. Los organizadores se entusiasman al explicar cómo el circuito solidario puede cerrar con dignidad, sobre la base de la participación de los que menos tienen. Las actividades son coordinadas por las asistentes sociales, con la ayuda de Coca Serrano, enfermera de la sala asistencial, y del llamado Grupo de los Lunes.
El intendente Carlos Torres y el Secretario de Gobierno, Oscar Paganini, explicaron que el proyecto nació como una inquietud municipal para que los vecinos con menos recursos pueda asegurarse la alimentación todos los días. "Viendo la desocupación que hay en Firmat y por lógica la falta de recursos de la gente, concebimos esta cocina comunitaria donde no se almuerza, sino que sólo se preparan los alimentos, para preservar el grupo familiar", comentaron.
El proyecto también recoge la solidaridad de los vecinos, que ayudan a sostener la iniciativa para que casi un centenar de personas puedan almorzar en su propia mesa a pesar de no tener trabajo. "El que no tiene el pesito que se pide puede acercarse a la huerta de la sala asistencial para buscar verduras, venderlas y participar de las comidas del centro comunitario", explicaron.