| | Reflexiones Un proyecto que desune a la comunidad
| Julio C. Debernardi
Cuando todo hacía pensar que el sentido común, el interés general de las vecinos de Fisherton y de toda la ciudad, al igual que el respeto por su historia, sus valores patrimoniales y culturales habían primado en cada uno de los actores de la polémica desatada hace tres años atrás (a mediados del año 98) referida a la demolición del antiguo templo de la parroquia Cristo Rey de Fisherton, declarado por ordenanzas Nº 6.547 y 6.548 de interés cultural y patrimonial arquitectónico de la ciudad de Rosario y sitio de interés histórico-cultural de Rosario respectivamente, (ambas ordenanzas votadas por unanimidad y promulgadas por el intendente Binner el 21 de mayo de 1998), para construir en ese mismo sitio un nuevo y faraónico edificio. El día 4 de junio de 1998, (publicado por La Capital) el párroco de Fisherton Livio Leo Gorza se llamó a silencio, con una frase que hizo tranquilizar los ánimos que dividían a los vecinos y feligreses de Fisherton y que todos recordamos, "prefiero morir sin construir el templo antes que dividir a la comunidad". Hoy, nuevamente, las autoridades eclesiásticas de Rosario, a través del arzobispo monseñor Eduardo Mirás, han hecho reflotar el controvertido proyecto de entonces, con la presentación en el Honorable Concejo Municipal de Rosario de un pedido de excepción al Reglamento de Edificación, debido a que el proyecto del nuevo templo no cumple con la normativa vigente y solamente el Concejo es quien tiene la potestad para permitir este tipo de excepción. No se respeta en todo el perímetro la servidumbre de jardín; se excede en la superficie a edificar permitida, que son 500 metros contra 1.208 metros como se propone. El pedido de excepción, de ser aprobado por el Concejo, será la firma del certificado de defunción del antiguo e histórico edificio, símbolo del centenario y tradicional barrio. ¿Cómo puede ser que se insista en un proyecto que desune a la comunidad? El actual Concejo Municipal mayoritariamente está integrado por los mismos concejales que hace tres años atrás votaron por unanimidad las ordenanzas que declararon al templo "patrimonio histórico" y "sitio histórico"; ahora, yo me pregunto, ¿puede ser que se apruebe el pedido de excepción, a sabiendas de que esto implicará la demolición del edificio que oportunamente -en espíritu y forma- pretendían preservar, tal como lo marcan el artículo y la ordenanza 6.547/98? ¿Cómo puede ser que muchos concejales, cuyos discursos en pro de la preservación del patrimonio urbano, hoy, hayan cambiado de opinión con respecto a este tema, mas aún cuando varios de ellos han sido los autores de las ordenanzas que tienden a cuidar y preservar el patrimonio de la ciudad, fundamentando su posición con discursos enfervorizados que hasta convencían a las piedras? ¿Cómo puede ser que todo lo que se ha logrado desde la Municipalidad en su conjunto (Ejecutivo y Concejo), con programas y campañas de concientización sobre la preservación del patrimonio urbano, se eche por la borda si se decide dar vía libre a este proyecto? Me sigo preguntando, ¿habrá algún pedido o sugerencia de alguien más importante que la voluntad popular, como para que quienes representan a todos los vecinos de la ciudad cambien de actitud? ¿Puede ser que algunos concejales se sientan influenciados por algún sector de poder, en contra de sus -hasta ayer- férreas convicciones argumentadas en favor de la preservación? ¿Cómo puede ser que no se hayan pedido el informe y la opinión de la Comisión de Preservación del Patrimonio Urbano y Arquitectónico, como lo exige el artículo 3º de la ordenanza 6.547, en un todo de acuerdo con el decreto Nº 0573/96 (anexo reglamentario, Programa de Preservación del Patrimonio Urbano y Arquitectónico)? Sólo me resta decir que aspiro a que los representantes de todo el espectro político de Rosario resuelvan esta cuestión aplicando el mismo espíritu y criterio con el que vienen trabajando por la preservación del patrimonio histórico de la ciudad, y a favor del sentimiento y los intereses de todos los rosarinos. Los tiempos que vivimos exigen de la clase política más claridad y compromiso con el pueblo, sin contradicciones y sin miedos. Quienes creemos en la democracia participativa se los vamos a agradecer.
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