Año CXXXIV
 Nº 49.225
Rosario,
viernes  31 de
agosto de 2001
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Básquet: Magnano y el presente de la selección

Oscar Lehrer

Rubén Magnano no tiene descanso. A pocos días de haber terminado el torneo Premundial en Neuquén, donde Argentina obtuvo el título de campeón y clasificó para Indianápolis 2022, el técnico está viajando rumbo a Brisbane, Australia (llega hoy a las 5), ciudad en la que con un plantel sin tantos nombres y figuras debutará el tres de septiembre frente a Cuba en el marco de una nueva edición los Juegos de la Buena Voluntad.
Magnano ha conformado una de las selecciones nacionales más talentosas de los últimos tiempos. Y pese a que en su camino se cruzan intereses de clubes extranjeros y las presiones lógicas por alcanzar un protagonismo mayor, muy pocos son los que dudan de que Argentina ya ingresó en una etapa que desembocará en resultados históricos. El Premundial fue una prueba.
El técnico, ya con la clasificación asegurada en Neuquén, en diálogo con Ovacion comenzó diciendo: "Existen varias razones en las que se apoya la esperanza de nuestro básquetbol, aunque las más significativas son el roce internacional del que se han empapado varios jugadores. Un hecho que no sólo les permitió crecer, sino también darse cuenta, a través de una competencia más dura, de que por estos días no son menos que nadie. El escolta Emanuel Ginóbili, por ejemplo, en la actualidad es campeón de Italia con Kinder Bologna; el pivote Fabricio Oberto es un arma vital en el Tau Cerámica español, segundo en la Euroliga, y como si fuera poco, dos argentinos se abren paso en la NBA, una quimera hasta hace un año, el base Pepe Sánchez y el centro Rubén Wolkowyski. La experiencia de jugar en los niveles más altos -especialmente en el Viejo Continente, como consecuencia de la apertura con pasaporte de algún país de la Comunidad Económica Europea- ha fortificado a la mayoría de los jugadores. Y esa evolución llegó al equipo nacional".
Magnano, campeón de todo a nivel local e internacional con Atenas de Córdoba, parece ser el condimento perfecto. Detallista, amante de las reglas y el perfil bajo, y ferviente cultor de la defensa antes que cualquier otra cosa. Magnano y la Confederación Argentina (Cabb) han entendido que este equipo es cosa seria. Por eso nada queda librado al azar.
-¿Hubo algunos inconvenientes antes de estos resultados?
-Claro que todo no fue color de rosa. Debí luchar para que la Cabb indultara a Diego Osella y Marcelo Nicola, suspendidos de por vida por negarse a jugar en el Sudamericano de Bahía Blanca en 1999. Pero pese a conseguir el levantamiento terminé sufriendo un duro revés. Nicola, que juega en el Benetton Treviso de Italia, me había prometido estar disponible, pero a último momento solicitó llegar más tarde a una concentración y por eso decidí excluirlo. Conmigo al frente, Nicola no jugará más en la selección. El mismo camino ya lo siguió Jorge Racca.
-¿Cómo es la relación con los dueños de los jugadores?
-La guerra de intereses que plantean los clubes europeos, encargados de pagarles contratos varias veces millonarios a los jugadores, es del mismo modo una amenaza latente. Por el momento, pese a que la Fiba obliga a los clubes a prestar a sus hombres en torneos oficiales de selección, la realidad marca que son las instituciones extranjeras las que digitan desde Europa qué torneo debe atender y cuál no cada jugador. En Valdivia, Chile, ganamos el título sudamericano después de catorce años, con un equipo que podría denominar B, porque no contamos con Ginóbili, Oberto, Wolkowyski, Sánchez y Sconochini. Ese torneo me entregó tres nombres, que en un principio me arrastran alguna duda. Leandro Palladino, el alero Andrés Nocioni y el ala pivote Leonardo Gutiérrez.
-¿Es la mejor selección de la historia?
-Algunos dicen eso. Pero yo creo que por ahora es un gran proyecto que tratará de igualar los logros conseguidos por dos grandes ciclos del pasado: aquel que lideró Oscar Furlong rumbo al título del Campeonato Mundial de 1950 y que más tarde ganó sendas medallas de plata en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires 51 y México 55, y ese otro comandado por Chocolate Raffaelli y el Tola Cadillac que conquistó los Sudamericanos de Medellín 76 y Bahía Blanca 79, y obtuvo la clasificación para los Juegos Olímpicos de Moscú 80. No tengo dudas de que este es un gran equipo y que es el comienzo de algo inolvidable. Tenemos jugadores que no sienten el peso de la camiseta, con un agregado, se conocen muchísimo y afuera de la cancha parecen hermanos.
-¿Los puestos están bien cubiertos?
-Todos los puestos están bien cubiertos, por eso con todo respeto me animo a decir que le podemos ganar a cualquier rival. Después de alternar en octavos y novenos puestos, nuestro básquetbol apunta hacia otra dimensión, la de pelearle de igual a igual un lugar de privilegio a potencias de la talla de Yugoslavia, Lituania, Croacia, Australia, Eslovenia o Francia. Y no estoy delirando, para Argentina el futuro es hoy. Ha llegado la hora de ganar.



El técnico confía en el futuro del básquet argentino.
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