La artritis reumatoidea comienza despacio, con síntomas tales como fatiga, malestar general, dolor, rigidez e inflamación de las articulaciones. Pero, si no se trata correctamente, esta enfermedad puede avanzar destruyendo y deformando las articulaciones hasta causar serias discapacidades.
El impacto de esta patología en la sociedad es muy alto, ya que afecta aproximadamente al 1% de la población, lo que equivaldría a un total en la Argentina de más de 370.000 afectados. Dado que no se conoce la causa que desencadena la enfermedad, no es posible prevenirla. Es por ello que debe ser detectada y tratada enérgicamente desde el comienzo de los síntomas, a fin de evitar el daño de las articulaciones y preservar la calidad de vida del paciente.
En los países desarrollados se ha demostrado que la terapia es costo-efectiva, ya que detectar y tratar a los pacientes en forma precoz es menos costoso que solventar los gastos por incapacidad que esta enfermedad puede producir en estadios avanzados.
El correcto tratamiento no sólo incluye fármacos: tan importante como éstos son elementos como la educación de los pacientes, la terapia física, ejercicios, cambios de estilo de vida, consejos para evitar el dolor y el estrés, la dieta, la prevención de deformidades, cómo posicionar las articulaciones durante la actividad y el reposo, y masajes.
Los medicamentos para la artritis se dividen en analgésicos, antiinflamatorios no esteroides (AINEs), corticoides y drogas antirreumáticas modificadoras de la enfermedad. Por lo general, la terapia comienza con antiinflamatorios, y en ocasiones se emplean corticosteroides. Sin embargo, estas drogas no podían detener el avance de la enfermedad.
Recientemente se han desarrollado drogas diseñadas por biotecnología que atacan específicamente los mecanismos que producen inflamación, dolor y daño articular. Estas terapias biológicas impiden la proliferación de citoquinas, unas sustancias responsables de la inflamación y de la destrucción del cartílago.
Las nuevas terapias actúan sobre el factor de necrosis tumoral Alfa, una citoquina que a su vez regula a otras sustancias inflamatorias. Por ello, se denominan terapias anti factor de necrosis tumoral Alfa (TNF). Por primera vez, en el campo de las enfermedades reumáticas, se comenzaron a hacer tratamientos específicos y puntuales sobre los mecanismos del daño articular. De esta forma se logra mejorar la calidad de vida del paciente, favorecer la función de las articulaciones y detener la progresión del daño articular.
La artritis reumatoidea es una enfermedad autoinmune sistémica, es decir que son las propias defensas las que se descontrolan y deterioran estructuras del organismo mediante una inflamación crónica. Afecta principalmente a una membrana que cubre las articulaciones (denominada sinovial), que produce el fluido que lubrica el movimiento de los cartílagos, llamado líquido sinovial, pero afecta además a otras partes del cuerpo.
Por lo general es simétrica, es decir, que afecta a ambas manos, pies, o muñecas, los lugares más frecuentes donde se encuentra. Aunque puede aparecer a cualquier edad, suele comenzar alrededor de los 40 años, y es más frecuente en mujeres que en hombres. Los síntomas son dolor, hinchazón, rigidez (especialmente por la mañana) y disminución progresiva de la movilidad en las articulaciones afectadas.
Articulaciones afectadas
Las articulaciones son las uniones de los huesos, que junto con los músculos permiten el mantenimiento del equilibrio y los movimientos (aparato locomotor). Estas estructuras unen y separan los huesos, es decir, mantienen la estructura y posibilitan la movilidad. Se componen de huesos, cartílago, cápsula articular y membrana sinovial (tejido fibroso que une a los huesos), cavidad articular (que contiene el líquido sinovial, un lubricante que facilita el desplazamiento), meniscos (estructuras de cartílago fibroso que mejoran el apoyo de los huesos) y ligamentos.
El "órgano de choque" más importante es la membrana sinovial, que al inflamarse pierde su función normal y lastima los huesos y cartílagos de las articulaciones. Las alteraciones incluyen un aumento del volumen del líquido sinovial y del número de células en dicho fluido; la inflamación de la membrana sinovial, que se engrosa, y un incremento del número de células que producen ciertas sustancias destructivas y proliferativas, denominadas citoquinas; una mayor vascularización sinovial; desintegración del cartílago subyacente y del hueso a causa de un tejido anormal y mayor actividad inmunológica de defensa, que crea un círculo vicioso.
Recientemente se publicó en el Journal of Rheumatology una investigación del doctor Francisco Javier Aceves-Avila, del Hospital General Regional de México y colegas, que buscó en restos fósiles el origen de la artritis reumatoidea. La medicina oficial europea no reconoció la existencia de esta enfermedad hasta el siglo XIX, aunque hay rastros que indican que el desorden es sumamente antiguo. Según el científico, una de las razones por las que se consideró una enfermedad nueva es que las personas rara vez llegaban a los 40 años de edad, que es cuando se suele manifestar el trastorno.
Los investigadores estudiaron fósiles de personas que sufrían de artritis y su medio ambiente, como un modo de profundizar el conocimiento sobre éste y otros trastornos del sistema inmunológico. Ciertas teorías señalan que la patología es el resultado de una infección viral que se extendió de su lugar de origen, pero este estudio señalaría que esta enfermedad acompaña al hombre desde hace miles de años y en diferentes regiones del planeta. Al revisar revistas de medicina y de arte, y evidencia arqueológica, hallaron numerosos informes de una afección cuya descripción coincide con la de la artritis reumatoidea.
Estudio anti TNF
Los datos de un estudio multicéntrico a dos años que evalúa el impacto de la terapia anti TNF en combinación con metotrexato fueron presentados en junio pasado en Praga, en el marco del Congreso Anual de la Sociedad Europea de Reumatología.
El estudio involucró a 428 pacientes de 34 centros pertenecientes a Europa y EEUU los cuales fueron estudiados por 2 años. La evolución radiológica de las lesiones articulares de aquellos pacientes que recibieron la asociación de anti TNF con metotrexato demostró que se producía detención de la progresión del daño articular comparativamente con aquellos que recibieron metotrexato solo, incluso en aquellos pacientes con artritis reumatoidea temprana (menos de 3 años de evolución).