Año CXXXIV
 Nº 49.221
Rosario,
lunes  27 de
agosto de 2001
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Recorriendo Rosario. Fue un pueblo, hoy es una zona requerida para inversión inmobiliaria
Barrio Alberdi, patrimonio de la ciudad
Tiene edificios imponentes como Villa Hortensia. Su perfil es bien residencial, aunque el bulevar marca diferencias

Sergio Roulier

Alberdi fue, en sus principios, pueblo. Y hoy tiene 125 años de barrio. Es un sector tradicional que fue creciendo a la par de la ciudad. Tiene una zona de mansiones y casonas que le dan un perfil residencial y aristocrático, la que convive con otra más de clase media. El bulevar Rondeau marca las diferencias tanto sociales como económicas, arquitectónicas y de calidad de vida. Cuenta con edificios que son verdaderas reliquias, como la Villa Hortensia, considerada monumento histórico nacional -al igual que el Monumento a la Bandera- donde hoy un funciona un distrito municipal. Sus instituciones son muy caras al sentimiento de la gente. El progreso del norte y la apertura al río lo convirtieron en el centro de ese sector de Rosario. Dejó de ser un barrio de pocos para convertirse en un lugar a donde va todo el mundo, ya sea por la costanera, sus árboles o plazas.
El pueblo de Alberdi era mucho más amplio, se extendía desde el arroyo Ludueña hacia el norte. Su pionero fue Nicolás Puccio, quien lo fundó en homenaje a Juan Bautista Alberdi, cuyo sueño fue vivir en esa campiña, allá por 1876, cuando la Legislatura provincial dejó exentos de impuestos a los dueños de esos terrenos. Y en 1919 se anexó a la ciudad.
"La historia de Alberdi siempre estuvo ligada a los intereses inmobiliarios", relató Carlos Dichiara, historiador del lugar. Y, según él, esa tendencia todavía se mantiene. Aseguran que el valor del metro cuadrado de las propiedades es más caro que en Fisherton. Y ese furor inmobiliario benefició a los que construyeron sus casas sobre la barranca.
El progreso trajo otros cambios. Leticia Cossetini, la maestra ilustre, lamenta cómo la construcción terminó con la vegetación de los barrancos. "Todo el barrio era una delicia con el verde de sus plantas y eso ya no existe", añoró. Sin embargo, en sus calles aún se respira aire puro y se escucha el canto de los pájaros.
Hay edificios, como Villa Hortensia, que son dignos de un recorrido turístico. Siempre fue una referencia del barrio. Primero lo fue por ser la mansión de Puccio y luego de la familia Rouillón, y después por ser un lugar con mitos de túneles y fantasmas, según Gerardo Borghi, responsable de lo que hoy es la sede del Distrito Norte.
Los vecinos están muy ligados a las instituciones. Colaboran con el hospital donde muchos nacieron, mandan a sus hijos a las escuelas del lugar (en especial, a la Carrasco), y la iglesia tiene tantos años como el pueblo de Alberdi.
De Rondeau al río, las viejas mansiones se mezclan con modernos chalets y casas de dos plantas. El atractivo se lo dan los jardines, más allá de que algunos no respeten la veda de edificar en los primeros cuatro metros desde la vereda. De Puccio hacia el norte ya cambia. Ya no hay tantos vecinos nuevos y resuenan los apellidos de familias tradicionales.
Del otro lado del bulevar, hay otra realidad. Si bien hay modernas edificaciones, el nivel es otro. Y la inseguridad es un problema grave. Hay comerciantes como la quiosquera de Superí y Valentín Gómez que piensan en cerrar por los robos.
El sector comercial de Baigorria se ha venido a menos. "La calle está abandonada, falta limpieza y cayó la cantidad de negocios", describe Teresa Miniello, la panadera más antigua del lugar. También el supermercado sobre la plaza hizo lo suyo. Y sobre el área de mayor movimiento, aparecieron nuevos negocios como pilcherías o locales de onda, que le cambiaron el perfil comercial al barrio.
Sus habitantes están acostumbrados a unirse y pelear por los problemas del lugar. Lo hacen en los veranos cuando se habilitan las disco sobre la costa. Y lo repitieron para luchar por los costos de las obras de cloacas.
La apertura de la ciudad al norte, las nuevas vías de comunicación y el desarrollo de la costanera trajeron más gente a Alberdi. Y eso se nota en el tránsito y las inversiones. Dejó de ser un barrio de pocos para transformarse en un lugar al que van muchos.



La bajada Puccio es lugar de reunión para los chicos.
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