La mayoría de las personas atesora una anécdota que las puso alguna vez al borde de hacerse con mucho dinero de una forma fácil y sencilla. Sin embargo, el jefe del departamento de cajas de seguridad del banco Nación, Humberto Ghislieri, acumula una larga lista de estas dulces historias. Y con ellas derrite el mote de "encargado de Previnca" que le pusieron sus compañeros del Nación, por permanecer largas horas encerrado en el segundo subsuelo de la entidad. "Hace veinte años que trabajo en este sector, mire si no voy a tener anécdotas", reflexiona, antes de empezar a pulir sus recuerdos. Hace algunos años una persona llegó a cancelar una caja de seguridad que tenía en compañía de sus hijos. El hombre estaba apurado y sólo quería devolver las llaves y terminar el trámite. Ghislieri le sugirió que antes de entregar las llaves revisara la caja. "Me costó convencerlo, pero al fin accedió, y ahí se dio cuenta de que mi pedido no era un capricho: había 20 mil dólares. Los sacó y cerró la caja". El episodio no terminó allí. "Me pareció que en el fondo quedaba algo más y le pedí que volviera a abrirla. El tipo ya me miraba mal, pero cuando me hizo caso encontramos un estuche con un prendedor de diamantes y esmeraldas que después me dijo que era de su bisabuela". En otra ocasión, una mujer se olvidó las llaves en la cerradura de su caja de seguridad. Cuando la llamaron para que pasara a buscarlas, no salía de su asombro: en este lugar guardaba nada menos que 150 mil dólares. Una caja de seguridad que permanece impaga durante un tiempo también puede provocar sorpresas. "Una vez comenzamos a llamar a un cliente que llevaba varios meses de atraso. Logramos ubicar a un familiar que nos dijo que esta persona había fallecido y que ellos no tenían ni idea de la existencia de una caja de seguridad. Cuando violentamos la cerradura encontramos varios lingotes de oro", contó Ghislieri. Hace algunos meses, la fortuna volvió a tentarlo. Esta vez a alguien se le había caído al pie de su caja un fajo con 5 mil dólares. El registro de las personas que habían entrado ese día a la bóveda les ayudó a hallar al olvidadizo cliente. "Si encontrara este dinero en la calle, seguramente lo levantaría. Pero si está acá seguro tiene dueño. Es verdad que bien podríamos no saber de quién es, pero también es cierto que podemos averiguarlo", dice Ghislieri. A cambio, el ejecutivo atesora una abultada carpeta con cartas de agradecimiento. Y no pierde ocasión de mostrarlas. Una, fechada en 1997, dice: "Muchas veces los actos de los empleados públicos dejan mucho que desear, pero hay ocasiones en que realmente se comportan de una manera excepcional". De esta forma, un hombre agradecía que se le hubieran reintegrado 300 pesos que había olvidado en uno de los boxes. "Esa es mi recompensa", concluye Ghislieri.
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