Año CXXXIV
 Nº 49.220
Rosario,
domingo  26 de
agosto de 2001
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El servicio bancario más buscado en tiempos de crisis
Cajas de seguridad: Los tesoros rosarinos bajo tierra
Dicen que es el "peor negocio" que se hace con la plata, pero el miedo no es tonto. Historias de bóvedas

Carina Bazzoni

"Esta oficina es el barómetro económico del país. Cuando comienzan las crisis se nota enseguida porque viene cada vez más gente". Así describe su sector el jefe del departamento de Cajas de Seguridad del banco Nación, Humberto Ghislieri. Y para ser más exacto el funcionario traducirá su afirmación en cifras: "Del 23 de julio al 23 de agosto abrimos 60 nuevas cajas de seguridad. Estamos recibiendo dos nuevos clientes por día", señala.
La misma tendencia se registra en otras entidades bancarias donde los clientes optan por cancelar plazos fijos y guardar sus ahorros en cajas de seguridad. Y aunque los ejecutivos reconocen que este es "el peor negocio" que alguien puede hacer con su dinero, afirman al mismo tiempo que "el temor frente a la situación del país" llevó a la gente a prestar más atención a este producto.
"Para los bancos, las cajas de seguridad no son un servicio rentable. Es un producto tradicional que acompaña al resto de nuestras ofertas. Es más, cuando se abre una sucursal nueva ni se piensa en disponer bóvedas o cajas de seguridad", dice el gerente de operaciones del banco de Santa Fe, Jorge García Labari.
Sin embargo, el gerente de plataforma comercial del Nación, Daniel Iammarino, comprende por qué las cajas de seguridad se han vuelto atractivas para los ahorristas. "Dan la confianza de tener el dinero en una bóveda, con libre disponibilidad y, además, son inviolables. Es decir que -supuestamente- ninguna medida gubernamental puede ir contra las cajas de seguridad".
No obstante, esta tendencia se circunscribe a los pequeños y medianos inversores. "Los grandes están en otra cosa o renuevan sus plazos fijos o piden más tasas u optan por otro tipo de inversión en títulos o fondos comunes. Quienes tienen pocos pesos son los que están más asustados. El otro día le pregunté a un cliente que cerró un plazo fijo qué es lo que iba a hacer con el dinero y me contestó que ya lo tenía decidido: lo iba a poner en un frasco de vidrio y enterrar en el fondo del gallinero. Cuando una persona llega a este extremo es que está tan atemorizada que ni razona", advierte Iammarino.

La esquina de los tesoros
Los subsuelos de San Martín y Córdoba encierran la mayor cantidad de cajas de seguridad que existen en la ciudad: la bóveda del banco de Santa Fe, que cuenta con 3.600 de estos espacios, y la del Nación, que reúne 1.464.
Para entrar a estos sectores primero hay que atravesar una puerta blindada; después, otra de hierro de casi medio metro de espesor permite el ingreso al lugar donde se disponen las cajas de seguridad. Allí se extienden grandes filas de cajones de hierro y acero de distintos tamaños. Cada uno cuenta con dos cerraduras: una de las llaves está en manos del banco, la otra la tiene el cliente. Sin ambas es imposible abrir las cajas.
Las bóvedas cuentan además con sensores de calor, antisísmicos, sistemas de circuitos cerrados de televisión, aberturas controladas por cerradura de tiempo y alarmas. La puerta de la bóveda tiene dos combinaciones, cada una conocida exclusivamente por dos funcionarios del banco. La alarma, en cambio, tiene tres claves, que permanecen en el secreto de otras tres personas.
Pero esto no es todo. "Cuando construyeron este edificio -cuenta el ejecutivo del Nación- me llamó la atención la cantidad de hierro y hormigón armado que llevaban a los cimientos. Entonces, me explicaron que las bóvedas estaban recubiertas de estos materiales hasta las primeras napas de agua".
El ingreso a este sector está estrictamente normado. Hay que asentar los datos personales en un formulario y nadie puede atravesar la puerta de la bóveda solo. El jefe del sector o el oficial de policía de turno acompañarán al cliente. Una vez abiertas las cajas existen pequeños boxes donde finalmente se realizarán las operaciones necesarias.
"Nosotros no permitimos que la gente transite libremente por la bóveda. Si no hiciéramos esto, con la tecnología que existe hoy, no digo que se podrían vaciar todas las cajas, pero con que se abra una sola ya es suficiente", señala el gerente de la plataforma comercial del Nación, Daniel Iammarino.
Todo este despliegue de seguridad permite tejer las más ricas suposiciones sobre los tesoros que allí se guardan. Pero en rigor, los ejecutivos de los bancos no tienen ningún conocimiento sobre los bienes que sus clientes depositan en las cajas de seguridad.
"En los contratos que hacemos se especifica que no se pueden guardar ni explosivos ni estupefacientes. Pero en realidad no sabemos qué es lo que hay acá", dice Ghislieri, mientras mira de reojo las columnas y filas de cajones que tiene delante.
Pero el ejecutivo tendrá alguna oportunidad de tomarse su revancha. Después de tres meses en que los clientes no pagan sus cuotas, el banco puede violentar las cajas. "Siempre se espera y se trata de convencer a la gente para que se ponga al día. El procedimiento para violentar las cajas es engorroso, porque tenemos que contratar a un escribano y a técnicos especializados en abrir cajas fuertes", comenta el gerente de operaciones del Banco de Santa Fe, Jorge García Labari.
-¿Y qué encuentran cuando finalmente las abren? \-Cuando ocurre esto por lo general las cajas están vacías. No hay tesoros.

Cartas de amor y desamor
En 20 años de trabajo, al jefe del departamento de cajas de seguridad del Nación le tocó presenciar varias aperturas forzadas. Pero hay una que nunca olvidará. "Una vez tuvimos que violentar la caja de una mujer, y cuando la abrimos no había más que un par de alhajas muy finas y una carta de amor. Todavía la recuerdo porque estaba muy bien escrita, con un lenguaje exquisito", cuenta Ghislieri.
El hallazgo causó tanta impresión que todavía conservan en el banco tanto la misiva como las joyas. Ya no creen que nadie se presente a reclamarlas, pero tampoco se atreven a destruir un secreto tan bien guardado.
"Como tengo esta anécdota también tengo de las otras", agrega el ejecutivo. Y, al instante, pasa revista a la cantidad de parejas que vienen a cerrar una caja de seguridad acompañados de un escribano porque tienen que repartir los bienes tras un divorcio. "A veces se arman tales trifulcas que hasta tenemos que intervenir con el policía para que las cosas no lleguen a mayores", asegura Ghislieri.
Pero estos son sólo episodios aislados. Existen otras anécdotas más corrientes que ponen a prueba la buena fe de quienes trabajan en el sector de cajas de seguridad.
"Mucha gente se olvida cosas en los boxes, deja las cajas abiertas o, cuando están muy apurados, se olvidan la llave puesta", asegura Ghislieri. "También algunas veces encontramos billetes tirados en el piso".
Allí comenzará una de las tareas más divertidas de la oficina. Habrá que revisar los registros de las personas que ese día pasaron por la bóveda y comenzar a llamarlos y "testearlos" para saber si olvidaron algo.
Pero esta pesquisa es cada vez menos frecuente. "Ultimamente es más común que la gente entre varias veces al box y que revise dos veces el sector de su caja de seguridad antes de que olvide algo suelto. Imagínese, no son tiempos para perder cosas", se lamentan en el banco de Santa Fe.



La publicidad invita a tener la plata "bien guardadita".
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