Mauricio Maronna
El gobierno tomó ¿definitiva? conciencia de que los resultados de los comicios del 14 de octubre serán lapidarios para su suerte. Barruntando ese escenario, el presidente Fernando de la Rúa lanzó el miércoles su difusa convocatoria a un plebiscito para que la sociedad se pronuncie sobre algo que, desde el deber ser, ya es cosa juzgada: la poda en el costo de la política. El Ejecutivo nacional quería morigerar el impacto de la derrota con la convocatoria simultánea a la consulta popular, pero la letra constitucional bloqueó ese objetivo de máxima. El anuncio del jefe del Estado, sin embargo, fue exteriorizado sin una mínima estrategia comunicacional y desencadenó, ayer, nuevos distanciamientos entre la Casa Rosada, los aliados frepasistas y la mismísima nomenklatura radical. Preguntarle a la gente si quiere que la clase política, hoy tan vapuleada como un tentempié, reduzca sus gastos es como consultar a un sediento sobre la necesidad de tomar un vaso de agua (Carlos Soria dixit). También es verdad que la necesidad del gobierno en medio de un escenario electoral signado por las sombras tiene una inocultable cara de hereje. Veinticuatro horas después del pomposo anuncio delarruista sobre la refundación de la Argentina, ningún funcionario nacional supo explicitar el contenido detallado de la propuesta. "Para bajar en serio el costo político hay que terminar con los fondos que van a parar a los partidos para bancar a los aparatos internos. Hay que meter el bisturí a fondo con los empleados ñoquis... Lo demás es para entretener a la tribuna", se sinceró ante La Capital un secretario de Estado, con injerencia directa en la reforma del andamiaje burocrático nacional. Más allá de que la inmensa mayoría del pueblo le dé la espalda a los comicios legislativos, la fecha del 14 de octubre se transformará en una bisagra para el futuro institucional de la Argentina. Se repitió hasta el hartazgo que el gobierno se verá forzado a buscar un acuerdo con el justicialismo. Pero no se terminó de decir que las prioridades del peronismo (con el poder al alcance de la mano) pasarán por un plan económico que apunte a eliminar del diccionario cotidiano el término "ajuste", ese eterno botín de guerra de los organismos de crédito que parece mantener como rehén al gobierno. ¿O algún cacique del PJ está dispuesto a inmolarse de cara al 2003 en nombre del déficit cero?
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