Pedro Squillaci
Los vecinos de Puente Gallego y Tío Rolo hicieron ayer un piquete para impedir el tránsito de los camiones que descargan basura en rellenos sanitarios ubicados en la cercanía de Camino Viejo a Soldini y vías del ferrocarril Belgrano. "Vamos a tirarle la basura frente a la casa de (Hermes) Binner, para que sienta lo que sentimos nosotros", dijeron a coro los manifestantes. La medida realizada por un centenar de hombres, mujeres y niños fue en repudio a la "inacción" de la Municipalidad, que desde hace seis años mantiene depósitos de residuos a pocos metros de las viviendas de esos barrios. "Basta de basura", se leía en los carteles que sostenían chicos con barbijos blancos, mientras atrás esperaba una larga hilera de camiones de las empresas recolectoras de residuos. El corte fue entre las 11 y las 13, pero las familias se mantienen movilizadas y prometen realizar reclamos espontáneos por tiempo indeterminado. La bronca estalló. "La gente del barrio se cansó de esperar que la Municipalidad haga respetar las ordenanzas aprobadas por el Concejo y las medidas cautelares en la Justicia. Estamos hartos de comer oliendo a podrido", advirtió Juan González, uno de los vecinos de Puente Gallego. La calle Camino Viejo a Soldini, ubicada en Ovidio Lagos al 7500, es poseedora de una inusitada fama en la zona suroeste. Por allí, decenas de camiones transportan diariamente 900 toneladas de residuos. El reclamo siguió los carriles administrativos correspondientes durante años, más exactamente desde 1995, cuando se instaló en la zona el primer centro para la disposición final de residuos, más conocido como Gallego I. Se abrieron expedientes, intervino la Justicia y hasta el Concejo aprobó una ordenanza en la que la Municipalidad se comprometía a buscar un predio fuera del ejido de la ciudad para no perjudicar a los habitantes del barrio. Pero esto fue hace dos años, y todavía están parados en el mismo lugar, o más atrás. Ahora tienen tres rellenos en vez de uno. "No sólo respiramos aire contaminado, sino que encima nuestras casas están cada vez más desvalorizadas. A nadie se le ocurre comprar o alquilar en Puente Gallego. Nuestras propiedades bajaron un 70 por ciento su precio", se lamentó Teresa Cisneros, de 65 años y con más de 40 en el barrio. El paisaje en Camino Viejo a Soldini estuvo marcado por contrastes. Desde la mañana temprano hasta las 11, la gente salió a las veredas, distendida, en un día feriado a pleno sol. A partir de las 11 comenzaron a desplegarse las pancartas, a distribuirse los barbijos, a poner bien en alto los cartelones contra Binner y la Municipalidad. Los empleados de las empresas recolectoras de residuos respetaron el corte sin protestar. A lo sumo, se comunicaron con sus superiores para explicarles el motivo de la demora, y se quedaron a esperar. La cola de camiones se hacía cada vez más larga sobre el mediodía, que fue el momento clave ya que casi un centenar de vecinos, chicos, familias enteras y madres con cochecitos se acercaron al cruce para expresar su bronca. Algunos mostraban moscas gigantes atrapadas en bolsitas de nylon. "Con esto convivimos todos los días, quiero ver si el intendente tiene moscones así en su casa", dijo un hombre con toda su furia. A su lado, Saida Padilla contaba su caso: "Tengo cuatro hijos y tres sufren reacciones alérgicas broncorrespiratorias y en la piel por culpa de este basural. El médico me dijo que es por los químicos que les tiran a los residuos". La imagen de los chicos con barbijos blancos cortando una calle y sosteniendo una pancarta con la inscripción "No quiero más basura en mi barrio" reflejó la crudeza de la situación. Algunos largaron una carcajada cuando descubrieron que la telita blanca que les tapaba la boca y la nariz se llama barbijo. En una nota publicada por La Capital el sábado pasado, el titular de Medio Ambiente de la provincia, Lorenzo Domínguez, aseguró que "los Gallego I y II no son rellenos sanitarios, sino basurales". Esto generó la reacción del intendente Binner, quien defendió la calidad ambiental de los rellenos municipales. Mientras crece la polémica, el mal olor se torna cada vez más irresistible para los vecinos.
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