Un condenado a muerte estadounidense se propone demostrar la aberración de la pena capital utilizando su propia ejecución como un acto político público: se niega a la pena de la inyección letal y quiere, en su lugar, morir en la silla eléctrica. De esa manera procura exhibir la impactante exposición de lo que, según opina en coincidencia con numerosas asociaciones civiles, es una temeraria forma de homicidio legal.
Para la ley del estado de Ohio, donde se elevó la petición, el condenado tiene derecho a elegir entre ambos tipos de ejecución. En la cita final con el verdugo, John Byrd quiere la silla eléctrica, que no se usa en Ohio desde hace 38 años.
"John piensa que su ejecución no debe ser como cuando se lleva el perrito al veterinario para matarlo sin traumas. Quiere que los contribuyentes sepan que también ellos tienen un papel en la ejecución, y que un homicidio no puede ser esterilizado", expuso Jean Perry, abogada del condenado.
Perry sostiene, además, que su cliente es inocente del asesinato de 1983 por el cual fue condenado.
La acusación
Byrd fue hallado culpable de haber matado al vendedor de un negocio, Monte Tewkesbury, junto a dos cómplices en 1983. Pero sólo él fue condenado a la pena capital, gracias al dudoso testimonio de un compañero de celda que habló de una conversación, antes del juicio, en la que Byrd habría admitido que acuchilló al vendedor.
El testigo Ronald Armstead salió hace tiempo de la cárcel, pero niega que su liberación haya sido obtenida a cambio de la declaración que comprometió a Byrd.
La abogada Perry también se remite a una declaración jurada de John Brewer, uno de los cómplices de Byrd, que se remonta a 12 años atrás y en la que admite haber sido el autor material del homicidio.
La acusación rechazó este documento como prueba de la inocencia de Byrd, afirmando que los abogados no exhibieron el documento a tiempo.
En estos meses, en Ohio tomó fuerza un movimiento que quiere abolir la silla eléctrica, pero las propuestas en este sentido están empantanadas en el congreso del estado. Por eso Byrd aún tiene la posibilidad de efectuar su macabra elección final.
Reginald Wilkinson, director de los servicios carcelarios estatales, está entre quienes quisieran eliminar la silla eléctrica.
"Puede ser muy traumático ver a una persona morir en la silla eléctrica. Haremos la ejecución con el máximo profesionalismo, pero sabemos que las probabilidades de que algo vaya mal son mucho más altas", alegó, dándole implícitamente la razón al preso sentenciado.
Wilkinson dice que muchos colegas que llevaron a cabo condenas a muerte en las silla quedaron traumatizados, y no consiguen liberarse de la imagen de los condenados que se retuercen bajo el sacudón eléctrico.
Pero para los adversarios de la pena capital el método de ejecución no cambia el hecho de que toda la institución debe abolirse."Es escabroso e irónico que estos señores quieran limpiar el método de ejecución para poder mantener la pena de muerte", dijo Michael Manley, profesor de literatura inglesa en el Columbus College, uno de los líderes abolicionistas de Ohio.